Fundacion Alambique para la Poesía

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Maria-Mercè Marçal (1952-1998) y los frutos de su legado

Neus Aguado

H

an transcurrido quince años desde la muerte de la poeta catalana y amiga Maria-Mercè Marçal, quince años sin su clara inteligencia, su complicidad y su potencial creativo.

Este monográfico pretende ser un pequeño homenaje a su memoria y a la luminosidad que persiste en la totalidad de su obra. Han sido convocadas diversas personas y han acudido con generosidad: Josefa Contijoch, Lluïsa Julià, Fina Llorca Antolín, Júlia Bel, y Valentí Gómez i Oliver. Asimismo, agradezco de forma especial la aportación de Heura Marçal Serra, la hija de Maria-Mercè, y la colaboración de Fina Birulés que me ha facilitado las fotos del archivo familiar. También mi agradecimiento a los fotógrafos Pere Virgili, Montserrat Manent y Rubén Ibarreta, y a la escultora Maïs.

Casi todas las colaboraciones ponen el énfasis en un hecho cierto, en la calidad y la cantidad de actos y publicaciones que sigue generando el legado de Maria-Mercè Marçal. Destacar que en febrero la editorial londinense Francis Boutle Publishers publicó la traducción de Noèlia Díaz Vicedo y Montserrat Abelló del libro The body's reason [Raó del cos] en edición bilingüe inglés-catalán. Asimismo, el año pasado apareció la primera antología bilingüe francés-catalán, Trois fois rebelle, en traducción de Annie Bats, y que ha tenido una gran repercusión en los medios de comu-nicación franceses.

Marçal publicó una novela intitulada La passió segons Renée Vivien[1], deudora, tan sólo en el título, de la Pasión según G.H. de Clarice Lispector. La novela, al igual que su poesía, fue también muy premiada. Está basada en la breve existencia de la poeta inglesa Pauline Mary Tarn (Londres 1877-París 1909) que adoptó la expresión francesa bajo el nombre de pluma de Renée Vivien.

La poesía de Marçal mezcla el ritmo popular con las coplas y los romances castellanos, pues en la infancia el castellano fue su idioma de cultura, en el que aprendió a leer y a escribir en la década de los cincuenta del siglo pasado, cuando la dictadura franquista impedía la enseñanza del catalán en las escuelas. No es extraño que en sus primeras incursiones, hacia los seis años, escribiera poemitas en castellano ni que en su primera juventud se quedara prendada del ritmo y el imaginario de García Lorca, como podemos apreciar, especialmente, en algunas canciones de Bruixa de dol [Bruja de luto], y en los romances de Cau de llunes [Cubil de lunas]. Asimismo, la poeta es capaz de ese delicioso maridaje entre el cancionero castellano y el catalán e, incluso, entre el provenzal y el catalán, que tantísima agilidad y riqueza le otorgan a su poesía. Es fundamental la relevancia otorgada por la autora a la poesía de los trovadores, por ejemplo, la del sarcástico Guillem de Berguedà –que se dedicó con entusiamo en su juventud a denigrar al obispo de Urgell, a Ponç de Mataplana y a Pere de Berga–, la de Arnaut Danièl, Raimbaut d’Aurenga y, más adelante, de las trobairitz[2] o trovadoras, hallazgo importante este último que enlaza con las canciones de su infancia cantadas primordialmente por mujeres, entre ellas, su madre Maria Serra.

Sin olvidar que el significado no es más que un componente del poema y, a veces, no el más importante; el sonido, el ritmo, la música, serán siempre principales. La música de Marçal contiene el sedimento de las poesías de quienes admiró filtrado por su voz personalísima. Los auténticos poetas no desconocen, desde los clásicos a Marina Tsvietáieva e Yves Bonnefoy, que en la poesía el sonido es básico. Este sentido musical que siempre tuvo es el que impregna toda su poesía.

Maria-Mercè Marçal con Cubil de lunas gana el premio Carles Riba de 1976, que se edita en 1977 con éxito de crítica y de público lector. El poema “Divisa” es asumido por algunos grupos de izquierdas y por grupos feministas, al final de la década de los setenta mucha gente se lo sabía de memoria. En la eclosión cultural y vital que se produjo en el país en la década de los setenta y en la de los ochenta, los poemas de Marçal fueran musicados y cantados, en Barcelona, como símbolo de libertad.

La escritora en “Divisa” vindica un sexo, un estatus y una patria que siguen siendo poco considerados, vindica, en definitiva, una concepción del mundo. Marçal fue consecuente con sus postulados, defendió siempre esta primera divisa que la hizo tan popular.

Divisa

A l’atzar agraeixo tres dons: haver nascut dona,

de clase baixa i nació oprimida.

I el tèrbol atzur de ser tres voltes rebel.

En la traducción al castellano, que reproduzco seguidamente, he considerado la posibilidad de que en el tercer verso haya una elipsis de la palabra “agradezco” del primer verso, nada extraño en una poeta de la categoría de Marçal. Le he dado una nueva interpretación, es decir, además de agradecer al azar tres dones, ella también agradece tres dones al cielo, al “turbio celeste”, puesto que “atzur” en catalán y según el diccionario del Institut d’Estudis Catalans significa en su primera acepción “color azul celeste”. Hasta la fecha se había traducido como “Y el turbio azul de ser tres veces rebelde.”, así lo hizo también Luisa Cotoner, con mi beneplácito, en la antología, en edición bilingüe castellano-catalán, que publiqué junto a ella, y así lo han resuelto otros traductores antes, durante y después de nuestra antología [Maria-Mercè Marçal, Antología. Sant Cugat del Vallés, Los Libros de la Frontera, 2005]. De este modo, queda así:

Al azar agradezco tres dones: haber nacido mujer,
de clase baja y nación oprimida.

Y al turbio celeste el ser tres veces rebelde.

Marçal escribió algunos poemas relacionados con el ámbito doméstico, en los que menciona los enseres de la casa. Por este empleo de objetos comunes se puede creer que su poesía es de fácil comprensión, y es verdad que tiene esa vertiente popular del cancionero aunque, a la par, es una poesía muy compleja por la riqueza léxica y por los giros del lenguaje, es una poesía de muchos registros. Algunos de sus poemas no están exentos de sentido del humor, a veces, se trata de franco humor, en ocasiones, es ironía, y, a menudo, es pura diversión, pero siempre refleja una visión peculiar y comprometida. Con relación al compromiso, la experiencia de la maternidad será fundamental para la escritora y así lo expresa de forma explícita en La germana, l’estrangera [La hermana, la extranjera], al que considero un libro paradigmático dentro de su obra poética. A partir de este libro hay un cambio de registro progresivo e imparable. Este poemario constata la consolidación del oficio de poeta: existe la búsqueda de la palabra, de la metáfora, de las reiteraciones obsesivas pero necesarias, investiga un mundo exclusivamente de mujeres, y ofrece sugerencias. La autora ha insertado su visión del mundo de una forma más poderosa, si cabe, que en los libros anteriores. Es en La hermana, la extranjera donde la conciencia de ser mujer y de vivir este hecho objetivo de forma feminista resulta más logrado. En todos los libros hay un dominio de la rima, el ritmo y la estética, aunque en éste se interroga a sí misma, hay una búsqueda desesperada, casi cruel, de la poeta como sujeto. En la búsqueda de la identidad, la autora explora el ayer, el hoy y el mañana, especialmente en los poemas relativos a la maternidad. Pocas veces con anterioridad se ha manifestado tan bella y contradictoriamente el amor de una madre por su hija.

Es sabido que la muerte siempre ha estado presente en la poesía de todas las épocas, y en Marçal ya sobresale de una forma abrumadora en los poemarios citados, aunque será en Desglaç [Deshielo] donde se haga tangible. En Deshielo se dirige, en la línea de Sylvia Plath, al padre recientemente desaparecido, en poemas durísimos, en los que se describe la manifestación de otra manera de querer y de juzgar al padre. Las ambigüedades y las ambivalencias –que también empleaba en su poesía anterior para connotar un sentido lúdico– se manifestarán aquí para teñir el contenido de una quebrada tristeza. Expresión de la impotencia ante la muerte, la única que es capaz de darnos la exacta medida de los sentimientos. Deshielo se engarza de forma poderosa al libro Raó del cos [Razón del cuerpo], aunque las sabias y torrenciales filtraciones de la lírica popular ya han cedido casi por completo en el último libro, editado de forma póstuma en el 2000[3], en el que se trasluce más que nunca el mundo clásico. Este breve libro tiene, pese a su sobria estructuración, algo de discurso onírico y hermético, y la forma elíptica ayuda a la condensación de sentimientos densos y paradójicos.

En Razón del cuerpo se dirige a su madre y entabla un nuevo diálogo con ella, aparte de tenerla presente físicamente, al margen de refugiarse de alguna forma en ella –como en otras personas queridas– le servirá para destilar la desesperación y la decepción del final de la forma más descarnada, su estilo también será descarnado y conciso.

La que había escrito “Yo soy la otra. Tú eres yo misma” se singulariza ante la propia muerte. La angustia ante la súbita aparición de la enfermedad, ante la constante humillación física y psíquica que produce una enfermedad grave. Marçal sigue escribiendo en un intento de exorcizar la muerte y de ordenar el caos, y se lamenta de que ya no va a poder leer. Cuando se enteró de que estaba muy enferma, comentó: “me molesta por los libros que no voy a poder leer”. Marçal fue una escritora excepcional porque no dejó nunca de ser una lectora excepcional.

La autora no renunciará a la tradición ni siquiera en sus últimas composiciones, confiriéndoles a éstas la riqueza rítmica que siempre tuvo la totalidad de su poesía. Poesía y vida siempre fueron de la mano en la poeta catalana; no es pues raro que la enfermedad se incardinase no sólo en el cuerpo de la poeta sino en el cuerpo poético. Los poemas de Razón del cuerpo reflejan las crisis y no se apartan del proceso de la patología. La forma cambiará para contener detalles clínicos, para describir el duelo que la poeta va a mantener contra la enfermedad hasta el último día.

La abundancia de imágenes, de metáforas y de epítetos de los primeros libros, las repeticiones, los ricos escenarios emocionales y paisajísticos darán paso a la austeridad en el lenguaje y a un componente elíptico de forma y de contenido. El léxico será tan fértil como siempre, pero el campo semántico se centrará en lo más áspero de la experiencia de la espera. Una espera que se encarnará en los últimos poemas.

Ella –la poeta que había escrito los más exultantes poemas de vida, de amor– concluye negando cualquier posibilidad de vida. En “Resurrectio” hay una referencia explícita al último verso del poema “Canto espiritual” de Joan Maragall, “Sia’m la mort una major naixença!”, para subvertirlo; la creencia de que la muerte es en realidad un nuevo y mejor nacimiento, que se cumple con la resurrección, queda anulada por la precisión de los significativos tres versos finales de “Resurrectio”: ‘de donde vengo / no hay, / madre, otro nacimiento’.

La poesía había sido su “esqueleto vertebrador”, según sus palabras, y ahora convierte sus últimos poemas en radiografías. Vemos el cuerpo del poema marcado por la enfermedad y por la muerte. Si Marçal había escrito reiteradamente acerca del amor, ahora este tema será substituido por la muerte. La violencia contenida tomará las riendas de Razón del cuerpo. En el brevísimo poema “Igualdad” se encuentra el viejo topos “Omnia mors aequat” –“Todo lo iguala la muerte”– del autor latino Claudio Claudiano (De raptu Proserpinae), pero una vez más la poeta le otorga a la cita clásica un sentido transgresor: “Diferentes nacen, / de mujer, hijos e hijas. / La muerte iguala.”

Bíos y Thanatos se enfrentaron una vez más hasta el agotamiento. Murió en su casa de Barcelona, en la sofocante madrugada del 5 de julio de 1998, y fue enterrada al día siguiente en el pequeño cementerio de Ivars d’Urgell. En el pueblo de Lleida en el que había vivido desde su nacimiento, un trece de noviembre de 1952, y del que se fue primero para estudiar el Bachillerato en Lleida y luego para estudiar la carrera en la ciudad en que viviría desde 1980 hasta su muerte: Barcelona.

El que fuera uno de los veranos más calurosos del siglo XX sólo añade matices a la memoria de la pérdida. Una pérdida que, como pequeña compensación, ha dado y sigue dando unos frutos riquísimos.



Acerca de mi madre

Heura Marçal Serra

C

uando Neus Aguado me propuso escribir un texto sobre Maria-Mercè Marçal, dentro de mí se arremolinó una nube de deseos contradictorios o, mejor dicho, de deseos y miedos. Hablar de mi madre como escritora (y entendía que era eso lo que se me pedía) siempre me resulta difícil. Por encima de todo está el recuerdo de nuestra relación cotidiana, en que la escritura, y la literatura en general, tenía inevitablemente un papel importante, pero no central. La recuerdo escribiendo en cualquier parte de la casa, prácticamente en todos lados menos en su estudio. Yo, para imitarla, cogía una libreta y salía a “inspirarme” a la terraza de los cuatro vientos del ático donde vivíamos y escribía poemas sobre las plantas que mi madre tenía. En una época incluso construimos un buzón dentro de casa para tirar las cartas que nos escribíamos; era un medio de comunicación más, pero lejos de la inmediatez del día a día. Ya de más mayor, un día me encontré mi diario íntimo lleno de correcciones en rojo; cuando me fui a quejar a la única posible responsable, Mercè dijo que era muy importante que escribiera bien, aunque fuese para mí y  aunque no lo tuviera que leer nadie más (aparte de ella, ¡claro está!).

La escritura, pues, era una parte más de nuestra vida juntas. Pero, como ya he dicho al principio, hablar de ella como escritora me resulta complicado. Aunque desde su muerte, tener que hacerlo ha sido una constante.

Soy consciente, no obstante, de que me ha dejado una herencia inagotable precisamente por el hecho de ser escritora, y además una escritora comprometida con su tiempo. Y de esta herencia es de lo que quisiera hablaros.

En primer lugar, la obra que dejó, publicada o inédita, es para mí una vía para reencontrar la voz de la Mercè real, de carne y huesos, para buscar respuesta a preguntas que me gustaría hacerle, sobre ella pero también sobre mí, sobre el mundo, porque su poesía es en sí una verdadera cosmogonía.

En segundo lugar, el hecho de ser la hija y gestionar su obra ha provocado que se me acercaran personas muy interesantes de diferentes ámbitos de la cultura, con algunas de las cuales he establecido una buena amistad y hemos trabajado en proyectos comunes. Uno de estos proyectos ha sido la creación de la Fundación Maria-Mercè Marçal, desde la que organizamos jornadas bienales sobre la obra y la figura de mi madre, que editamos en forma de libro, difundimos los actos sobre ella que se hacen en el mundo, mantenemos el archivo sobre su obra y participamos en creaciones diversas, como, por ejemplo, el disco Maria-Mercè Marçal. Catorze poemes, catorze cançons o la película Ferida arrel: Maria-Mercè Marçal. En definitiva, me ha hecho descubrir el mundo de la edición de libros, de la edición de discos, de la producción de películas..., y me ha embarcado en aventuras que nunca había imaginado.

Finalmente, mi madre también me ha dejado como herencia una responsabilidad. La tarea de gestionar su obra, que comparto con Fina Birulés, implica tomar decisiones difíciles, sobre todo en relación con la obra inédita. Poco después de su muerte, decidimos publicar el poemario póstumo Raó del cos, que Marçal todavía no había acabado. Encargamos la selección y la edición a Lluïsa Julià. El hecho de que el libro ya haya sido traducido al inglés, y próximamente al italiano, y que ya se haya elaborado un estudio literario, a cargo de Fina Llorca, indica el acierto de la decisión de hacerlo público. Por otra parte, ahora hace dos años que se publicó el cuento infantil Uf, quin dissabte, rateta Arbequina!, también inédito. Esta decisión no fue tan complicada de tomar, ya que en vida mi madre había intentado que lo publicara una editorial. Teníamos, por así decirlo, el visto bueno de la autora. No ha sido este el caso del libro póstumo que está a punto de salir a la luz, que contiene un dietario íntimo de los últimos años de su vida y una correspondencia privada con el biógrafo de Renée Vivien, también de la misma época. Decidir publicar textos tan íntimos, aun con la clara voluntad literaria que se desprende, nos ha costado mucho (a pesar de la opinión entusiasta de personas del ramo de la edición a quienes hemos hecho leer el material).

Así, pues, esta es la herencia que la Maria-Mercè Marçal escritora ha dejado a su hija. Hablar de su herencia como persona sería otra historia tanto o más apasionante, que con vuestro permiso dejaré para otra ocasión..., si los miedos me lo permiten.

(Original en catalán traducido al castellano por Neus Aguado)



Aspectos de mi relación con Maria-Mercè Marçal:

un comentario sobre la amistad

Josefa Contijoch

E

l afecto y la amistad forman parte del lenguaje del alma. No tienen nada que ver con los negocios interesados ni con las ambiciones. Un buen día te encuentras con alguien que te llega y a quien tú llegas, y aquí empieza la aventura. Una aventura cargada de futuro porque deja una huella indeleble, tratándose como se trata de una aventura que te permite crecer y amar.

Corría el año 1992. Marçal y yo nos conocíamos de encuentros casuales por pertenecer ambas al mundillo poético catalán. Yo conocía su obra y ella estaba al tanto de la mía. Pero el núcleo duro de nuestra amistad se forjó a partir de 1992, cuando ella quería poner en marcha un grupo de trabajo con la ayuda de literatas-poetas y enfocar lo que a los dos años sería el Comitè d’Escriptores del PEN Català (Comité de escritoras del Pen catalán). Bajo el paraguas del PEN montábamos mesas redondas, actos de homenaje y de valoración de mujeres escritoras, olvidadas, ya fallecidas, o vivas, mayores y jóvenes, conocidas o no tanto. La intención era darles un empujoncito, un reconocimiento, un ánimo, un sentido de complicidad literaria, personal, ideológica, con el único afán de ver su obra enfocada, estudiada y/o reivindicada. No montó un grupo al tuntún sino –detalle muy coherente– escogió mediante el afecto. Este primer Comité fue formado por ella misma, más Montserrat Abelló, Neus Aguado, Josefa Contijoch, Mercè Ibarz y Lluïsa Julià. Las afinidades electivas. Y ¿cómo resistirse al afecto? Pues, nada, que nos arremangamos y nos pusimos manos a la obra. Todo aquel barullo de actos, presentaciones, homenajes, etc. culminó en 1996, cuando Marçal ya presentaba síntomas del cáncer que la llevaría a la muerte. En 1996, la actriz Araceli Bruch introdujo en el grupo un ambicioso proyecto que se realizó en tres partes: 1997, 1998 y 2001, cuando Marçal ya había fallecido. Se trataba de Cartografies del desig (Cartografías del deseo) que eran unos montajes teatrales, donde nosotras escribíamos los textos. Dramatizado este texto por Araceli Bruch, los actuábamos en escena, sin ser actrices, haciendo de tripas corazón, representando unas relaciones entre escritoras, que cada cual escogía según su libre albedrío aunque bajo una premisa muy concreta: esas relaciones habían propiciado el crecimiento creativo de ambas partes. Creación de ida y vuelta.

Con ella me pasó lo mismo y por el mismo mecanismo: admiración por la obra, amor por la persona. Nuestra amistad fue creciendo en la salud y en la enfermedad hasta llegar a su muerte, que me golpeó duramente.

Marçal era así, realmente grande: mujer de una generosidad ilimitada, trabajaba por afecto y por interés a una idea, como una manera de entender la vida. Era feminista radical y se dejó la piel en todas las manifestaciones pro madres solteras, pro lesbianas, en actos izquierdistas-catalanistas-independentistas… en todos los foros literarios desde donde se la llamara. El fuego que insufló no está extinguido; quizás no lo esté nunca. En todo caso resulta decisivo que las nuevas generaciones la lean, que lean su poesía insigne, sus textos, su única novela La passió segons Renée Vivien (La pasión segun Renée Vivien). Los días pasan veloces y a ella no le dio tiempo para más. Murió con cuarenta y cinco años. A nosotras nos deja, insisto, la posibilidad de releerla. Porque su letra y su legado siguen vivos.

(marzo, 2014)



Maria-Mercè Marçal, memoria viva

Lluïsa Julià

H

e dudado mucho sobre el carácter que debía tener este artículo de homenaje a Maria-Mercè Marçal. Sobre si evocar el recuerdo de nuestra amistad o si era mejor referirme a su obra literaria sobre la cual he escrito en anteriores ocasiones. De hecho hablar de su poesía, del acrecimiento, el confort o el impulso que nos proporciona, ya es un intento de conjurar su muerte, de contrarrestar los efectos del paso del tiempo. Por otro lado, las lecturas y citaciones de sus versos en la obra de otros poetas, los estudios realizados sobre su obra, las comparaciones con otras voces de poetas de distintas tradiciones, o las traducciones que ha suscitado desde 1998 confirman que Marçal es una voz viva y fecunda de la poesía catalana actual.

Me centraré en otro aspecto que entrecruza continuamente amistad y literatura en mis recuerdos. Me refiero al trabajo de construcción, o de reconstrucción si se prefiere, de la tradición literaria femenina; a la elaboración de la genealogía de las escritoras catalanas, sobre todo de las poetas que, cuando empezamos a colaborar el 1994, era un edificio por construir. Compartimos muchos proyectos basados en articular las voces de las escritoras, poetas y novelistas principalmente, de distintas generaciones y acentos de la lengua catalana, vivas o ya desaparecidas que, como suele pasar y definía –Marçal– publicaban y luego desaparecían sin dejar casi rastro; las autoras históricas eran unas desconocidas para las generaciones posteriores o, entre las contemporáneas, eran ignoradas en la vida literaria del momento. Marçal percibía en su propio nombre (y por excepción, ya que acostumbraba a estar invitada a los actos y se la incluía en las antologías al lado de Marta Pessarrodona) cómo aún a finales de siglo XX el canon sexista se mostraba insensible a la irrupción de las mujeres en la literatura, y cómo se les aplicaban restricciones severas o simplemente se las excluía de festivales, recitales, antologías, revistas y suplementos de periódicos. De ahí la calificación de “superviviente” que Marçal aplicaba a las poetas tomando el término de Tillie Olsen, de su libro Silences muy leído desde su aparición a finales de los años setenta.

De la necesidad de encontrar un espacio desde donde llevar a cabo un programa organizado que diese visibilidad a las escritoras nació nuestro grupo, conocido como el Comitè d’Escriptores (Comité de Escritoras). Estaba formado por las poetas y traductoras Maria-Mercè Marçal, Montserrat Abelló y Neus Aguado, que ya habían colaborado juntas anteriormente, Josefa Contijoch, novelista y poeta, Mercè Ibarz, narradora y periodista, y yo misma. Nos dieron cobertura las siglas del Centre Català del PEN, asociación que nos permitía trabajar con libertad en el mismo Ateneu Barcelonès, donde tiene su sede y en un momento en que las dos entidades estaban dirigidas por el poeta Jordi Sardanedas. Los beneficios de contar con los espacios del edificio histórico y emblemático de la vida cultural del país fueron importantes. Las presentaciones de libros, diálogos entre escritoras y homenajes siempre tuvieron una gran acogida de público, aunque a veces también organizamos actos en otros espacios.

Por otro lado, el año 1994 significó el reconocimiento de Maria-Mercè Marçal que con solo 43 años se convirtió en una escritora de relieve; y sus acciones tomaron un nuevo realce. Ganó el premio Carlemany por su novela La passió segons Renée Vivien (La pasión según Renée Vivien), una obra magnífica en que el amor lésbico se trata en primer plano, y que al año siguiente recibió todos los premios de la crítica. La novela tuvo un efecto bumerang sobre su poesía, reunida desde 1989 en el volumen Llengua abolida (Lengua abolida), que se volvió a leer desde prismas que habían pasado inadvertidos para la crítica o apenas esbozados, sobre todo su elaboración positiva y sensual de la maternidad y el canto de amor entre mujeres.

La relación con Maria-Mercè siempre era cercana y de total complicidad. En diciembre de 1994 organizamos dos presentaciones en una: ella hablaba de Rímmel, la última novela de Josefa Contijoch, y yo me dediqué a su novela. Este formato de presentación se repitió en otras ocasiones, fortalecía la obra y la presencia de las escritoras más jóvenes o menos reconocidas.

Teníamos intención de celebrar un gran recital que reuniese poetas de las distintas generaciones y lugares. Encontramos la ocasión en la celebración de los 125 años del nacimiento de Maria Antònia Salvà, poeta mallorquina, iniciadora de la poesía catalana moderna, muy valorada entre sus coetáneos desde el 1910 con la publicación de Poesies (Poesías), pero poco considerada posteriormente. El homenaje se celebró el 31 de marzo de 1995 en el Ateneu Barcelonès. Recuerdo el salón lleno, con más de 300 personas entre las cuales poetas de Mallorca y València que habían venido expresamente para participar. Recitaron versos propios y de Maria Antònia Salvà. Tuvo mucha repercusión y el éxito nos estimuló en la línea de actuación que habíamos iniciado. Se trataba de que la poeta fuera reconocida en un doble sentido; por un lado reivindicábamos su nombre en cualquier panorama global de poesía catalana y, a la vez, la reconocíamos, concluía Marçal en el artículo publicado el día antes en el periódico Avui: “como una de nuestras antepasadas más notables” que subrayaba “la continuidad de la presencia de poetas de género femenino –muy a menudo infravalorada y reducida a uno o dos nombres “de muestra”– en nuestro paisaje literario”.[4]

Marçal también sellaba este reconocimiento y la continuidad literaria escribiendo un poema como respuesta y continuación a otro de Salvà (“Furgant per les llivanyes i juntures” / “Hurgando entre grietas y juntas”) en que la poeta de Mallorca se identifica con un dragoncillo de camino, inútil y despreciado, pero profundamente arraigado en la tierra. Hay que constatar que el significado de este gesto es visible hoy en la poesía catalana en que Salvà ha sido recuperada por los poetas.

Con anterioridad, Marçal ya había publicado un estudio importante sobre otra poeta antecesora, sobre Clementina Arderiu. El estudio revitalizó a Clementina Arderiu, con quién Maria-Mercè había mantenido en su juventud una relación más directa, por su poesía, pero también como espejo vital. En este sentido, Marçal consideraba que Arderiu, habitualmente presentada como la mujer del gran Carles Riba y en consecuencia ocupando un plano secundario, era superior a su esposo en el manejo de la canción y de los ritmos populares.

En 1996 y sobre todo 1997, ya enferma, Maria-Mercè y yo pasamos muchas tardes en casa hablando de poesía y literatura, escribiendo una “cartografía” o un ensayo sobre poesía catalana, titulado "Diferencia y/o normalización: la poesia catalana de los últimos treinta años" (Mosaico ibèrico, Júcar 1999), o simplemente, cuando la enfermedad se volvió a presentar, conversando.

Los espectáculos más emblemáticos fueron sin duda los dos ciclos de conferencias dramatizadas que llamamos Cartografies del desig (Cartografías del deseo). El primero, al cual me refiero fue publicado por la editorial Proa el 1998. Se trataba de pequeñas piezas de teatro de cámara totalmente interdisciplinares: ensayo, poesía, traducción, música y escenografía, permitieron hacer vivir y relacionar escritoras destacadas de la cultura europea o sudamericana. El primer ciclo se celebró en la casa Elizalde de la calle València de Barcelona bajo la dirección de Araceli Bruch, actriz y dramaturga con quién Marçal ya había colaborado a finales de los años setenta. La compositora Anna Bofill se encargó de la dirección musical dedicada enteramente a compositoras.

La generosidad de Maria-Mercè permitió que yo estuviese en el ciclo ya que el nacimiento de mi hijo me había apartado en aquel momento de las reuniones organizativas. Este momento coincidió con la enfermedad de Maria-Mercè que fue intervenida aquel verano del 96, y se sometió a continuación a las sesiones de quimioterapia habituales. En la primavera del año siguiente parecía que la enfermedad remitía y Maria-Mercè proseguía sus actividades con cierto optimismo. Me propuso presentar una sesión de cartografías juntas en que enlazáramos a las dos autoras fundacionales –Caterina Albert y Maria Antònia Salvà– de nuestra literatura cuya relación yo defendía hacía tiempo, con la vida y la obra de Renée Vivien, la autora de expresión francesa sobre quien había basado su novela. Fue así que en abril de 1997 inauguramos las conferencias dramatizadas. Las fotografías nos muestran sentadas, serias, enfrascadas en nuestros personajes y luciendo sombreros. El espectáculo llevó por título En dansa obliqua de miralls. Pauline M. Tarn (Renée Vivien) - Caterina Albert (Víctor Català) - Maria-Antònia Salvà (Danza oblicua de espejos). Por primera vez se relacionaban personajes de mentalidades y vidas tan alejadas y sin embargo se podía seguir, o mejor aún, se puede detectar un mismo entorno de exclusión social y literaria y de reticencias sobre sus obras. Marçal volvió a subir al escenario para comparar de forma brillante a Anna Akhmàtova y Marina Tsvetàieva, las poetas rusas que había traducido unos años antes y que su cartografía popularizó.

La gravedad de su enfermedad hizo imposible que pudiera ver concluidos algunos de los proyectos que iniciamos, como la antología de poetas catalanas que tituló Paisatge emergent. Trenta poetes catalanes del segle XX (Paisaje emergente. Treinta poetas catalanas del siglo XX), de 1999, y que concluí con Montserrat Abelló y Neus Aguado; actualmente una obra de referencia entre las antologías de mujeres.

Se la llevé el último día que nos vimos, en su casa del paseo de Sant Joan. A pesar de su extrema debilidad, Maria-Mercè no se daba por vencida, se incorporó y tomamos juntas unos albaricoques. Empezaba un verano cruel que ella ya no vería. Pero su vida y su obra emblemática muestra la posibilidad de un nuevo trato, la posibilidad cada día más presente del “linaje femenino” por el que luchó.



Maria-Mercè Marçal: un recuerdo de Antología

Valentí Gómez i Oliver

D

ebido a haber residido buena parte de mi vida fuera de España, concretamente en Italia –propio a Roma– las relaciones habituales con los integrantes del mundo poético ibérico ha sido casi siempre del tipo “funcional”. Sólo al volver a residir en la península ibérica uno puede compartir, con más facilidad, los numerosos ritos que establece el canon para quien se considera amante de la poesía (ser poeta es otra cosa).

Hace muchos años, con la ya fallecida y extraordinaria hispanista Rosa Rossi, publicamos en Italia una Antologia della poesia spagnola (1996, Nuove Amadeus Edizioni) en la que aparecían unos cuantos poetas que escribían en castellano, catalán, gallego y euskera. Corría el año 1996.

El trato con la mayoría de los poetas antologados fue muy estimulante y enriquecedor: observar aunque sea desde lejos –ser traducido a otra lengua es siempre una operación intelectual que hace reflexionar sobre la propia obra de creación– las interioridades de un obrador poético puede resultar, además de un tanto impúdico, muy aleccionador.

La relación con Maria Mercè Marçal fue de las más normales y fáciles de manejar. Siempre se alegró de la selección, de los resultados de la traducción, de las progresivas fases de la Antologia –en Italia los tiempos editoriales discurren a veces muy “piano piano”– y en definitiva el recuerdo que de ella siempre he conservado (de su talante, su empatía y su colaboración en la tarea de confeccionar el libro)  ha sido un  satisfactorio y entrañable “recuerdo antológico”.



La piedra azul de la poesía

Júlia Bel

T

érbol atzur / Turbio azur es la expresión marçaliana que tomé para dar nombre a la instalación artística que realicé en homenaje a la poesía de Maria-Mercè Marçal el pasado mes de diciembre. Pertenece al primer poema de su primer libro, Cau de llunes / Cubil de lunas, y es el poema que encabeza toda su producción poética, articulada a lo largo de quince años de trayectoria creativa, desde el año 1973 hasta el 1988, y que se recoge en el volumen Llengua abolida. Quince años. Los mismos años que han pasado desde su muerte, acaecida en 1998. Y una pregunta me asalta y casi se formula sola, no sin cierta tristeza: ¿cómo hubiese sido su obra poética si hubiera tenido otros quince años más para seguir escribiendo? Y sin embargo, en este tiempo, su obra ha seguido dando frutos…

Emprender el camino

De su primer libro, Maria-Mercè Marçal dejó escrito: «el libro comienza con una divisa que tiene la pretensión de situarme en relación a tres hechos dados, que yo asumo con un agradecimiento medio irónico, y que, de hecho, no es sino una paráfrasis de la oración de los antiguos judíos».[5]

Divisa

Al azar agradezco tres dones: haber nacido mujer,

de clase baja y nación oprimida.

Y el turbio azur de ser tres veces rebelde.[6]

La oración judía a la que se refiere Maria-Mercè Marçal puede consultarse en el Sidur, el libro de rezos de la comunidad judía. Y corresponde al rezo diario de Shajarit, que es el rezo de la mañana. Apenas la persona se despierta, ya sea hombre o mujer, debe decir la siguiente frase: «Te agradezco, Rey viviente y eterno, porque me has devuelto el alma con misericordia. Inmensa es Tu fidelidad.» En la religión judía, despertar es como regresar a la vida. Por eso, la primera actividad de la mañana es el lavado ritual de manos. Después, se pronuncia una serie de bendiciones en las que se agradece a Dios por la vida y por el buen estado del cuerpo. Todas comienzan por: «Baruj atá Adonai, Elohenu mélej ha’olam», es decir «Bendito eres Tú, Eterno, Dios nuestro, Rey del mundo». Se agradece la inteligencia, la vista, la capacidad de movimiento, el vestido, la energía, la fuerza… Estas son bendiciones generales. A continuación, aparecen tres bendiciones que van seguidas y que aluden a conceptos más personales. Así, una mujer judía que estuviera rezando, entonaría ahora tres agradecimientos: uno por la identidad judía (es decir, daría gracias a Dios porque no le hizo gentil), otro por la libertad (es decir, daría gracias porque no le hizo esclava) y el tercero por su identidad femenina (es decir, daría gracias porque Dios la hizo conforme a su voluntad). Un hombre, a su vez, agradecería su identidad masculina dando gracias porque Dios no lo hizo mujer. Finalmente, se agradece la liberación del sueño y la entrega de la Torah.

Como puede comprobarse, Maria-Mercè Marçal sigue el orden inverso en su divisa: identidad de género, de clase y de nación. Y curiosamente, también ejecuta al revés la redacción de esas bendiciones matutinas: las frases se construyen en negativo en la oración, y en afirmativo en su poema. Así, en la plegaria hebrea, el hombre se define desde la negación: es decir, agradece no ser gentil, no ser esclavo y no ser mujer, y la mujer se define con dos negaciones (no ser gentil, no ser esclava), y una afirmación: agradece y bendice a quien la ha conformado según su voluntad. Podría considerarse que agradece haber sido hecha así, de una manera única. Ella no se define como no ser hombre. Por tanto, ese agradecimiento por su propia identidad abarca mucho más que la identidad masculina: él no es mujer, ella es lo que es.

Cuando Maria-Mercè Marçal escribe su divisa, esa especie de oración laica, lo hace, al contrario que en la oración judía, desde la afirmación: ser mujer, ser de clase baja y ser de nación oprimida. Una triple afirmación que conlleva, como ella misma dice, una triple rebelión: «de esta aceptación surgía “la triple rebelión”, que yo calificaba de “turbio azur”, es decir, algo luminoso y confuso a la vez».[7]

El término “azur”, en catalán, corresponde al color azul celeste, o a materias colorantes que tiñen de azul. También está asociado a la heráldica, y hace referencia al color azul de los escudos. Así, esa palabra nos permite vincular su rebelión con un cielo algo nublado, con una tela teñida que no ha quedado homogénea o con tres escudos con los que luchar. Y yendo más lejos, podríamos asociar ese “azur” (cuyo origen etimológico se remonta a la palabra que designa al lapislázuli), con tres piedras azules que tirar contra el gigante, ese gigante que para ella representa el patriarcado, el imperialismo económico, y la imposición lingüística, según esa imagen que la poeta dio de sí misma en alguno de sus poemas: la imagen de una niña pequeña que vive rebelde dentro de ella y que aún cree en el poder de las palabras, unas palabras pulidas como guijarros que lanzar con su honda como David lo hizo contra Goliat.

En un poema publicado póstumamente, todavía ella siente que lleva en su mano un último guijarro, una piedra que imagino azul, una palabra teñida de un turbio azul con que continuar la lucha:

Como la chiquilla que al emprender el camino

se llena de piedras la falda y los bolsillos

y se adentra en el bosque y las va perdiendo

sin acometer las batallas previstas

contra lobos o gigantes, sombras

va dejando un rastro

siembra

y ahora le queda tan sólo en el puño

crispado un guijarro liso… [8]

El poema queda abierto. En ese último guijarro veo una piedra azul, entregada como un relevo a quien desee continuar esa lucha inacabada.

La flor del azar

La oración judía que inspiró a Maria-Mercè Marçal su divisa iba dirigida a Adonai. Ella substituye Adonai por el Azar. Como si tuviera en mente el conocido aforismo: «el azar es el pseudónimo de Dios cuando no quiere firmar».

Leyendo su poema advertimos también que hay un evidente paralelismo sonoro entre Atzar y Atzur, entre Azar y Azur. Ambas palabras provienen además del árabe. La primera proviene de zahr (que en árabe hispánico se convirtió en azzahr) y la segunda de lāzūrd. En la lengua arábiga, la palabra zahr es polisémica ya que sirve para nombrar a un dado y a una flor. Tal vez, porque en una de las caras de ese dado, se pintaría una flor, esa flor que traería la suerte.

Así pues a ese azar, a ese golpe de dados cósmico, a esa flor propia, es a la que Maria-Mercè Marçal agradece los tres dones recibidos. Es el resultado de un juego imprevisible, impredecible. Esa jugada es anterior a toda palabra. Y es con la palabra poética que ejercerá esa tarea de ser tres veces rebelde.

Ya desde muy niña ella lanzaba los dados del azar y se dejaba llevar sin propósito. Algo que la condujo a descubrir cuál era su natural disposición en la creación poética. Marçal lo relata a partir de una fotografía donde «se ve a una niña con la cara y la bata sucias, enfurruñada, que mira con desconfianza hacia la cámara, mientras sostiene sin demasiado ánimo una flor de almendro en la mano. Me había escapado, parece que “a dar una vuelta por la finca, para ver los árboles”; me perdí, y la imagen fijada corresponde al momento en que me encontraron. Yo me reencuentro –¿por qué?– en la chiquilla que se pierde, en el placer de perderse para encontrar. O en el de encontrar para perderse».[9]

Esa chiquilla que se pierde para encontrar la flor, esa poeta que lanza los dados y le aparece la flor azul de la poesía, esa niña que se escapa a pasear por el campo y viene cargada con piedras que hablan, es la que llenará sus versos de referencias a la naturaleza y desarrollará «bajo un bosque de palabras» toda una serie de metáforas vinculadas al mundo vegetal: «la danza de la hierba», «huerto cerrado de fruta abierta», «el árbol de la liberación», «la astilla de mi corazón vegetal», «alfabetos de raíces», «cosecha soy», «hiedra que vienes del mar», «con el pulso lleno de savia», «uvas ardientes en los ojos», «la revuelta vegetal», «dentro tuyo / soy la semilla que estalla»…[10]

Todo era una selva de palabras

Mi primer poemario, escrito en la adolescencia, lo titulé Herbario. En él, juntaba el dibujo, la poesía y la botánica, que eran mis grandes intereses en aquel momento. Ese trabajo literario consistía en escribir un poema inspirado por una planta e intitularlo con su nombre en latín. Y acompañar ese poema con una ilustración de la planta. Esa idea me sigue resultando muy sugerente y me vino a la cabeza mientras leía a Maria-Mercè Marçal, tal vez por las numerosas referencias al mundo vegetal que hallaba en sus libros, tal vez por el hecho de que uno de aquellos poemas de juventud, que escribí cuando aún no conocía su obra poética, lo titulé Hedera helix, es decir, que hice un poema a la hiedra, un elemento muy presente en la poesía marçaliana. Recordar ese proceso creativo impulsó la concepción de Tèrbol atzur - Evocació de Maria-Mercè Marçal, la instalación poética que presenté el 4 de diciembre de 2013 en la Sala Titan, dentro de los actos conmemorativos MMMXV, Maria-Mercè Marçal, XV aniversario.

El día 11 de diciembre se programó Maria-Mercè Marçal. Una barca hacia la libertad, una esclarecedora conferencia de Neus Aguado sobre la simbología en la obra marçaliana, que incluyó la recitación de casi una treintena de poemas, alguno acompañado por la melodía de una cajita de música con la canción infantil Plou i fa sol, en alusión al libro Bruixa de dol. El miércoles 18 se presentó el número 69 de la revista literaria Alga, dirigida por Goya Gutiérrez, cuyas páginas centrales estaban dedicadas a Marçal. Esta actividad contaba con la participación de quince poetas invitados que leyeron sus poemas y evocaron versos de la poeta homenajeada, y la actuación de la cantautora Rusó Sala, que estrenó cinco canciones acabadas de componer a partir de cinco poemas de Marçal. Fue muy emotivo. Y también se sentía una gran alegría por disfrutar de la poesía en compañía. La finalidad de MMMXV era difundir la obra marçaliana a través de unos formatos de difusión literaria que facilitaran la experiencia poética a un público amplio. Cuatro fotos de Marçal, con diferente edad, y en entornos naturales, expuestas por cortesía de la Fundació Maria-Mercè Marçal, nos ofrecían ese aspecto vital de la poeta que yo quería resaltar en este homenaje. Estos actos tuvieron lugar en la Biblioteca Marta Mata, de Cornellà de Llobregat (Barcelona), y la instalación se pudo visitar hasta el 21 de diciembre de 2013.

Con Tèrbol atzur me propuse confeccionar algo así como una especie de herbario fotográfico a partir de las referencias vegetales que se pueden encontrar en la poesía de Maria-Mercè Marçal. Un herbario desplegado por la sala, que representara como una vuelta del exilio: la hoja que vuelve al árbol transformada en hoja de papel. Quería alejarme del concepto de herbario que expresa Marçal en la única mención que hace de él en su poesía: «Los helechos crepitan con el rocío de la fiesta  / –¡ni saben, que hay el yermo ordenado del herbario!».[11] No quería reflejar ese verso, sino justamente exponer un herbario que tomara vida.

Por eso, traté de concebir orgánicamente la colocación de las imágenes y los poemas seleccionados en los tres espacios expositivos que conformaban Tèrbol atzur, representando así un Bosque, un Jardín y un Huerto. Distribuí en ellos alrededor de doscientas páginas impresas y las colgué de hilos transparentes de manera que fueran creando formas semejantes a árboles o a plantas que van trepando por las paredes. Las hojas de papel con las fotografías impresas en color azul se movían como el viento mueve las hojas y las ramas de los árboles. Quise hacer una instalación de una gran delicadeza que invitara a pasear por ella. Y unos versos de Marçal abrían el camino: «Por todas partes se esparcirá la vida / como una danza vegetal».[12]

La finalidad de Tèrbol atzur era transcribir en tres dimensiones el universo marçaliano vinculado a la naturaleza. Para ello, tomé numerosas fotografías de plantas, frutos, ramas, raíces, cortezas, hojas, y las puse en diálogo con los versos de Marçal donde estos elementos aparecían. En el imaginario de la poeta, el mundo vegetal está asociado a la experiencia amorosa, al erotismo, a la maternidad, la dicha, la revuelta, el alfabeto o la danza. Realmente, su poética es de una gran frondosidad y buscaba reflejarla en la instalación, donde el trabajo fotográfico lo he elaborado procurando reproducir las metáforas marçalianas y tratando de mostrar aquellos motivos de la naturaleza más significativos en su obra, como son la granada, el olivo, la hiedra o la luna. También he intentado trasladar a una composición visual su manera de trabajar la escritura poética, plasmando en el montaje su tendencia a la reiteración de algunos símbolos, la asociación y desarrollo de ciertas imágenes recurrentes o el efecto espejo.

Algunas imágenes están viradas hacia un tono azul cobalto, otras se acercan más al azul de Prusia. Mi intención era plasmar una gama de azules, a semejanza de los diversos verdes que hay en la naturaleza, y que las diferentes intensidades de azul también dieran relieve al conjunto de la instalación, esculpir con el azul.

El color azul: ¡quería llevar toda esa presencia física hacia el cielo! Juntar la naturaleza y lo terrenal con esa tintura celeste. Que la tierra quedara impregnada de cielo. O de mar. Llevar el azul hasta la materia. Hacerlo sólido, cercano. Llevar la materia hacia lo alto. Teñir todos esos elementos que estaban al alcance de la mano y darles una dimensión más etérea, elevarlos, que en la sala vibrara el cielo, que fuera un espacio donde el cielo y la tierra se mezclasen, que te diera la sensación de pasear por un paisaje celeste.

Y para ello me basé en una técnica fotográfica del siglo XIX, el cianotipo. Conocía el trabajo fotográfico de una pionera de la fotografía, Anna Atkins,[13] y enseguida pensé que tenerla como referente era una manera también de reivindicar una figura femenina de las artes visuales, de situarla en la genealogía de las creadoras y de revalorarla, algo que asociaba al trabajo literario de Marçal y me parecía que aportaba coherencia y complicidad a mi propuesta.

Ir de la mano

En cinco ocasiones aparece la palabra atzur en la obra poética de Maria-Mercè Marçal, pero yo impregné todas sus palabras de azul. En la instalación, las fotografías y los poemas estaban dispuestos de manera que las palabras eran parte de la naturaleza. Alcanzar una manzana era como alcanzar la luna del árbol prohibido[14], como llevarse un verso hasta la boca. Verso, manzana, luna.

Tuve la fortuna de asistir a la conferencia dramatizada que ofreció Maria-Mercè Marçal el 28 de mayo de 1997 en la Casa Elizalde, en Barcelona. Se trataba de Com en la nit, les flames / Como en la noche, las llamas, un texto que abordaba la obra de las poetas rusas Anna Ajmátova y Marina Tsvetáieva, a quienes ella había traducido al catalán. Disfruté mucho de aquella manera de compartir con el público los versos y la vida de aquellas dos escritoras, a través de una sencilla puesta en escena y de la voz de Marçal, que nos las acercaba mágicamente. Sólo una vez se encontraron en vida ambas poetas. Y el recuerdo fue imborrable. Yo no paraba de anotar todo cuanto oía. En realidad, yo había asistido porque Anna Ajmátova era una de mis poetas predilectas. Y lo pudo ser gracias a la labor de Maria-Mercè Marçal como traductora. Fue de la mano de Marçal que yo conocí a Ajmátova. Y fui hasta aquella sala para conocerla más.[15]

Espero que mi instalación haya promovido, a los que la visitaron, la curiosidad y el deseo de conocerla más a ella, tal como ella lo fomentó en mí.

Y no sólo eso. Cuando en diciembre de 2008 visité la exposición Des del cos. Maria-Mercè Marçal, en el Palau Robert (Barcelona), tuve una experiencia tan profunda que fui consciente de salir más poeta de lo que ya era cuando he entrado.

Y creo que esto es señal inequívoca de que uno está ante un gran poeta. Como dije en la inauguración de Tèrbol atzur, “los verdaderamente grandes poetas siempre son inspiradores y la obra poética de Maria-Mercè Marçal es altamente inspiradora”.

Mientras trabajaba en la realización de la instalación, muchos días el único adjetivo que  podía describir mi estado era atzurada.

Ampliar el azul

¿Qué quiere decir este deseo de “incluso después de morir, seguir escribiendo”? A mi entender, no es sólo aquello de “el duro deseo de durar” que decía Paul Éluard... no sólo el deseo de que las propias palabras permanezcan y perduren. Sino el hecho de que sean leídas como nuevas en nuevos contextos y así alcancen nuevos significados, sean nuevo alimento, nueva sangre para un público lector.[16]

Al poco de morir Maria-Mercè Marçal, yo comencé a trabajar en una librería situada en el centro de Barcelona y especializada en fotografía, la librería Tartessos. Era también galería fotográfica. Cuando entré a trabajar no lo sabía, pero Maria-Mercè Marçal había leído allí sus poemas. Muchos años antes, en 1988, se comenzó a programar una actividad literaria el segundo martes de cada mes, “El espacio sin nombre”. Cuando una de las responsables, la poeta y periodista literaria Neus Aguado le propuso a Marçal, a la que apenas conocía entonces, participar en una sesión poética, ésta le dijo asertiva y un poco rebelde: “Hablaré en catalán”, a lo que ella le contestó con igual determinación: “Y yo te presentaré en catalán”. Su lectura de poemas tuvo lugar el martes 9 de mayo de 1989

Estuve tres años en Tartessos, hasta finales del año 2001, y en ese tiempo, se editaron póstumamente varios libros firmados por Marçal y también hubo algunas reediciones. Recuerdo las veces que coloqué sus libros en las mesas de novedades, aquellas pilas de libros que ordenaba, o cómo iba buscando al nuevo libro un lugar destacado en el escaparate, o las incontables ocasiones que la recomendé. También la alegría que me suponía vender sus ejemplares a tantos lectores y lectoras que ya la conocían. O cómo cuidaba del fondo de poesía procurando que siempre estuvieran disponibles sus obras, pidiéndolas diligentemente a las distribuidoras. Recuerdo con todo detalle una librería que ya no existe. Hasta el olor a tinta de los libros recién llegados, el olor que hacían al abrirlos por primera vez.

Quizá me viene ahora todo esto a la memoria, porque me doy cuenta de las diferentes experiencias y vías de comunicación que he tenido con la obra marçaliana: como entusiasta lectora, como poeta y ensayista, como artista visual, como recitadora de sus versos, y también como librera, conociendo sus diversas ediciones y acercándola a un público lector que, como ella decía precisamente en una de esas novedades editoriales que llegaron hasta mi mostrador, es «un público que siempre se va renovando y que pide ávidamente palabras que den sentido a las cosas, a la experiencia, al mundo».[17]



Una tercera memoria para Maria-Mercè Marçal

 

La escritura ha sido, es para mí una actividad vertebradora. (...) La poesía ha sido mi esqueleto interno, mi manera de decirme a mí misma, de ordenar provisionalmente con la palabra el caos que el imprevisto desencadena. (...) También, quizás, como una segunda memoria.[18]

Según nos dice la propia Maria-Mercè Marçal, la poesía actuaba en ella como una segunda memoria. Con su propia escritura, ella creaba una nueva memoria que le permitía dotar de sentido a todo aquello que en la vida sucedía fragmentariamente. Con esos elementos, conformaba un poderoso recuerdo en forma de poema. Y ella se veía reflejada en ese cuerpo lírico, un corpus poético que ha inspirado a muchos. La relación de la poesía con otras disciplinas artísticas ha sido muy relevante en su trayectoria y puede decirse que todos aquellos que se han acercado a su poesía y han creado a partir de ella, han configurado una tercera memoria, una memoria también colectiva.

A continuación, algunos de esos encuentros fructíferos entre la obra marçaliana y su vínculo con otros creadores.

Canción

Ya desde comienzos de su trayectoria literaria, es decir, a finales de los setenta y principios de los ochenta, los versos de Marçal gozaban de gran éxito y estaban cercanos al movimiento de la Nova Cançó. Muchos de sus poemas fueron dados a conocer a través de la voz y la música de cantautores como Marina Rossell, Ramon Muntaner, Teresa Rebull, o Maria del Mar Bonet. Y también, entre otros, por el grupo La Traca, Celdoni Fonoll, y Txiqui Berraondo.

Marçal colabora como asesora literaria y autora de unos poemas que escribe durante los ensayos de la obra teatral La sala de nines, basada en cuentos de Mercè Rodoreda. Inspirándose en esos cuentos escribe: Cançó del jove de Bearn, Cançó de bressol, Cançó del mirall, Cançó de la bruixa cremada, Cançó de saltar a corda. Dirección: Araceli Bruch. Musican los poemas Marina Rosell y Maria del Mar Bonet. Por aquella época, ella está trabajando en su libro Bruixa de dol, y sugiere a la compañía llamarse Bruixes de dol. Marçal también actúa en el montaje.

Para conmemorar los diez años de la muerte de la poeta, la Fundació Maria-Mercè Marçal edita el disco: Maria-Mercè Marçal. Catorze poemes, catorze cançons. Barcelona, 2009. Participan: Toti Soler (La lluna de porcellana), Mercè Serramalera (Frida), Marga Bufí y Enric Hernàez (El teu cos riu i riu), Jabier Muguruza (Tan petita), Sílvia Pérez Cruz (Covava l’ou de la mort blanca), Maria Cinta (Cançó del bes sense port), Gerard Quintana (A contra-llum), Guillermina Motta y Enric Colomer (Sóc culpable), Lídia Pujol y Ramon Muntaner (Foravilers), Marina Rossell (Per tu retorno), Maria del Mar Bonet (Cançó de la bruixa cremada), Túrnez i Sesé (Cançó de pluja), Txiki Berraondo y Anna Subirana (Corrandes de lluna) y Teresa Rebull (Vint bales). Dirección artística: Enric Hernàez. Coordinadora: Heura Marçal.

El cantaor Miguel Poveda pone voz a los poemas de Marçal Cançó del bes sense port (música de Agustí Fernández) y Pare-Esparver (música de Enric Palomar), dos temas que incluye en un álbum que titula como un libro de la poeta, Desglaç. Barcelona: Discmedi, 2005.

El cantautor Pep Picas publica un disco dedicado íntegramente a la obra de Marçal con dieciocho poemas musicados y cantados por él, con dirección de Joan Garrobé. CD. Bruixa de dol. [S.I.]: Nera, 2008. Ya había grabado anteriormente, en 1999, Cançó de saltar a corda.

Otro cantautor catalán, Narcís Perich musica e interpreta la sextina De parar i desparar la taula. Incluida en el CD: Versos i acords. Barcelona: Picap, 2009.

La cantante Mirna interpreta cuatro poemas de Marçal musicados por Xavi Múrcia (Arbequines de l’amor, Divisa, Vuit de març, y Pasquins per a la revolta vegetal). CD. Mirna. Barcelona: World Village, 2009.

El Cor Sarabanda y Mariona Castelar editan el CD: Cançons de paper fi. La Garriga Cor Sarabanda, 2010. Interpretan, en canto coral, los poemas “Drap de la pols, escombra, espolsadors”, El meu amor sense casa, y el poema que da título al disco.

La cantautora ampurdanesa Rusó Sala presenta por primera vez en público, el 18 de diciembre de 2013, cinco temas compuestos para los poemas de Marçal: Cançó del mal timoner, Cançó del bes sense port, Cançó de fer camí, Cançó de bressol y Com un secret d’aigua verda, que Sala titula Estrella marinera. También interpreta a capella el poema Velles corrandes per a la Pepa, según la melodía tradicional de las cançons de pandero, a sugerencia de Júlia Bel, que la acompaña tocando el pandero cuadrado.

Recitación

El meu amor sense casa. Barcelona: Proa, 2003. Libro y CD. Selección y voz: Cinta Massip. Música: Toti Soler.

Lluna, sal, sang, exili. CD. Sabadell, 2008. Poemas recitados por Núria Candela. Música de Concepció Ramió. Nueva versión, a partir del montaje poético-musical del mismo nombre estrenado el 7 de marzo de 1999 en el Teatro de la Aurora de Igualada.

Maria-Mercè Marçal. CD. Barcelona: Zanfonia, 2000. Recitan: Ester Formosa, Anna Güell, Lluïsa Mallol y Cesca Piñón. Dirección de intérpretes: Ester Formosa. Música de Chopin.

Collage sonoro con la voz de Marçal, por Jordi Casadevall. Presentado en la sala La Cuina, de Barcelona, el 24 de noviembre de 2004.

Artes plásticas

En el año 1973 Marçal participa activamente en la fundación de la editorial “Llibres del Mall” (1973-1989), con sede en Sant Boi de Llobregat, junto a los poetas Ramon Pinyol, que entonces era su marido, y Xavier Bru de Sala. Desde el primer día, las tareas de revisión y preparación de los originales recaen en ella y en su marido. El poeta y artista visual Joan Brossa se convierte en el mentor de este grupo literario que combina rigor formal y vanguardismo. En la editorial, además de poetas y traductores, también colaboran artistas plásticos como Antoni Tàpies y Joan Pere Viladecans, principalmente. La editorial Llibres del Mall se dio a conocer públicamente en la librería Cinc d’Oros, de Barcelona, en enero de 1974, en un acto que presentó el crítico de arte Alexandre Cirici Pellicer.

Antoni Tàpies realiza el logo de la editorial Llibres del Mall y la cubierta del libro Homenatge a Maria-Mercè Marçal. Barcelona: Empúries, 1998.

Joan Brossa escribe una sextina-prólogo para el primer libro de Maria-Mercè Marçal, Cau de llunes. Barcelona: Proa, 1977.

Joan Pere Viladecans realiza el dibujo que aparece como frontispicio en la edición de Cau de llunes. Y también la obra de la cubierta de Bruixa de dol en la edición de Llibres del Mall, 1979.

Maria-Merce Marçal incluye su caligrama o poema visual clOs/Solc, en Cau de llunes.

Perejaume hace un cuadro inspirado en Cau de llunes.

Maria-Mercè Marçal también colabora en los catálogos de varios artistas: escribe el poema Naufragi astral para una exposición de árboles del pintor y poeta Perejaume, celebrada en Mallorca, y el poema Romanç de la solitud sense sabates para una exposición del pintor Duran Esteba. Ambos poemas están incluidos también en su libro Llengua abolida (pág. 193 y 229, respectivamente)

El artista Josep Uclés realiza un dibujo para la cubierta de Terra de Mai. València: El Cingle, 1982. Posteriormente, realizará una serie de obras inspiradas en la poesía marçaliana, que permanece inédita. Marçal le dedica el poema A cada porta l’ou d’or de la mort (Llengua abolida, pág.380).

En 1985, la pintora Maria Girona firma las cubiertas de la segunda edición de Sal oberta y la primera de La germana, l’estrangera, ambas publicadas en Llibres del Mall.

En su libro Desglaç editado en 1989, Maria-Mercè Marçal incluye dos poemas que llevan por epígrafe: Sobre una pintura de Frida Kahlo (Llengua abolida, pág. 433) y Homenatge a Frida Kahlo (Llengua abolida, pág. 446).

Marçal traduce al catalán un texto de la pintora surrealista Leonor Fini, que se publica con ilustraciones de la artista. L’oneiropompe. Barcelona: Edicions de l’Eixample, 1992.

En Raó del cos se publica el poema visual que Marçal realiza inspirándose en una obra de Meret Oppenheim titulada Radiografía del cráneo de MO (1960). Su caligrama lo titula Festival de Poesia Catalana y lo escribe en 1995.

Maria-Mercè Marçal escribe Obrir dòcilment la mà per a sis aiguaforts de Francesc Estivill. Girona: Tristan Barbarà, 1998. Se trata de las primeras versiones de seis poemas publicados póstumamente en Raó del cos. Los poemas para los seis aguafuertes de Francesc Estivill son Pèrdua, Per cada gest..., Res no et serà pres: vindrà tan sols..., Morir: potser només..., Porta entre mar..., y Igualtat.

La artista Eulàlia Valldosera es la autora del logo de la Fundació Maria-Mercè Marçal y se encarga del diseño de las publicaciones y la imagen gráfica de la fundación.

Perejaume también realiza la imagen de la carátula del disco Maria-Mercè Marçal. Catorze poemes, catorze cançons.

Fotografía

Maria-Mercè Marçal fue retratada por algunos de los fotógrafos más destacados como Pilar Aymerich, Colita, Pere Virgili, Rafael Vargas, o Montserrat Manent.

Maria-Mercè Marçal escribe el poema Vels de ceba o la dansa secreta, para la exposición Vestits de ceba, del fotógrafo Toni Vidal. Barcelona: Galería Rosa Ventosa, 1996.

Escultura - Instalaciones artísticas

Ni cap indret enlloc. Acción artística. Seis propuestas de seis artistas en torno a las seis letras que configuran el acróstico MARÇAL, llevadas a cabo por Nora Ancarola, Constanza Brncic, Jesús Galdón, Maïs, Àngels Ribé, y Marga Ximènez. Dirección: Ester Xargay. Conmemoración de los diez años de la publicación de La passió segons Renée Vivien. Centre de Cultura de Dones Francesca Bonnemaison (CCDFB). Barcelona, 24 de noviembre de 2004.

La escultora Maïs realiza la instalación Landscapes, en Irlanda, en 2005, conformada por una serie de esculturas llamadas Punts cardinals, que evocan a destacadas mujeres creadoras. En una de estas esculturas, incluye el nombre de Maria-Mercè Marçal.

El artista Xesco Mercé realiza la escultura que está instalada en el Parc de l’Ermita, en Ivars d’Urgell. El Monumento a Maria-Mercè Marçal consiste en una gran M de hierro rodeada de hiedra. Frente a esta estructura se pueden leer los versos de la famosa divisa compuesta por la poeta ivarsenca.

La creadora Júlia Bel realiza Tèrbol atzur – Evocació de Maria-Mercè Marçal, una instalación poética inspirada en la poesía marçaliana y su vínculo con la naturaleza. Se inaugura el 4 de diciembre de 2013, dentro de los actos conmemorativos MMMXV, Maria-Mercè Marçal, XV aniversario.

Escena

El 14 de diciembre de 1998, en homenaje a la autora fallecida ese año, se estrena  el espectáculo poético-musical Res no et serà pres: Idea y selección de textos del Comitè d’Escriptores del PEN Català (Montserrat Abelló, Neus Aguado, Josefa Contijoch, Lluïsa Julià y Mercè Ibarz). Dirección: Magda Puyo, que se ha representado con notable éxito a lo largo de los años, por ejemplo, en la Sala La Cuina. CCDFB, el 22 de noviembre de 2004, en conmemoración de los diez años de la publicación de La passió segons Renée Vivien.

Joc de dames. (Teresa Pàmies, Mercè Rodoreda i Maria-Mercè Marçal en el record). Idea, guión y dirección: Rosa Mesalles. La Orquestra Simfònica Julià Carbonell de les Terres de Lleida-OJC interpreta alguna pieza compuesta por Jordi Castellà (piano y arreglos), durante la escenificación en homenaje a Marçal. Incluye un audiovisual producido por Jordi Làrios. Se estrena en Barcelona el 18 de noviembre de 2012.

Cine

Ferida Arrel: Maria-Mercè Marçal. Film estrenado en junio de 2012. Producido por la Fundació Maria-Mercè Marçal y El Plató de Cinema. Con la participación de 23 mujeres cineastas. La producción ejecutiva y la dirección corren a cargo de Heura Marçal y Fran Ruvira.


Ilustración infantil

La literatura infantil de Maria-Mercè Marçal se publica con ilustraciones de diversos dibujantes.

La disputa de Fra Anselm amb l’ase ronyós de la cua tallada. Barcelona: Aliorna, 1986, está ilustrado por Montse Ginesta.

Cançó de saltar a corda. Barcelona: Cruïlla, 2004. Contiene dibujos de Judit Morales.

La màgia de les paraules. Barcelona: Baula, 2004. Fue ilustrado por Mabel Piérola.

Uf, quin dissabte, rateta Arbequina! Barcelona: Estrella Polar, 2012. Fue escrito en 1988. Este cuento lo ilustró en blanco y negro la hermana de la poeta, Madga Marçal. Para su publicación posterior, Marc Sardà añadió color a los dibujos. La barca que aparece dibujada hacia el final del libro, y que lleva por nombre Heura, fue realizada por la propia Maria-Mercè Marçal.

Marzo, 2014



Maria-Mercè Marçal,

la pequeña que creía en el poder de las palabras

Fina Llorca Antolín

No escanyis la petita que viu, rebel, en mi

Que m’incita al candor, a encendre la mirada,

A estrenar boscos on els llops fan nit

I a creure en el poder de les paraules[19].

Maria-Mercè Marçal

M

aria-Mercè Marçal (1952-1998) es autora de una obra relativamente breve, en la que habría que incluir una cantidad y diversidad de proyectos culturales y de alcance político en los que participó. Su vida fue truncada de manera prematura a los cuarenta y cinco años, pero eso no ha sido obstáculo para que se haya convertido en una de las autoras en lengua catalana que más consenso positivo encuentra entre diversos sectores de la comunidad lectora: críticos, profesores, escritores y lectores en general declaran su admiración ante la figura de la mujer y la poeta en diversos ámbitos públicos, entre ellos los homenajes que se multiplicaron a raíz de su muerte y en los años posteriores. Unas cuantas publicaciones son testimonio de este fenómeno, no insólito en el panorama literario catalán, pero sí de unas características particulares.

Maria-Mercè Marçal, nacida en Barcelona, pasó su infancia en un ambiente rural del que procedían sus padres, en Ivars d’Urgell. Tempranamente apartada de su familia para continuar el bachillerato en Lleida, la capital de provincia más próxima, se traslada luego a Barcelona para inscribirse en Filosofía y Letras, y especializarse en Filología Clásica. Fue allí y en los años de facultad en donde tomará contacto con un ambiente de inquietudes nacionalistas y literarias al mismo tiempo, y en donde afianzará su elección  de la lengua catalana como única lengua de creación y desarrollará su voluntad de actuar y significarse en los ámbitos cultural y político.

También en Barcelona conoce a quien será hasta 1978 su marido, Ramon Pinyol, escritor y promotor de un proyecto de publicación de poetas jóvenes, entre los que se contaba él mismo: la editorial El Mall, que fue tan clarividente como para publicar a algunos de los poetas catalanes posteriormente más reconocidos, pero hasta entonces inéditos, como es el caso de Miquel Martí i Pol. La aventura editorial era económicamente difícil de sostener, pero consiguió autofinaciarse y publicar un buen número de títulos, entre autores catalanes y traducciones al catalán de literatura en lenguas diversas. Actividad editorial aparte, Marçal, ya licenciada en Clásicas, empieza su tarea como profesora de lengua y literatura catalanas en un instituto de Enseñanza Media, milita en un partido de inspiración nacionalista y encuentra en el feminismo un ámbito de lucha y de pensamiento en el que lo público y lo privado pueden articularse, y en el cual preguntarse por el mundo desde su propia condición de mujer. Sus propias palabras lo explican concisamente en un breve artículo para la revista Cultura, editada por el Depar-tamento del mismo nombre del gobierno autónomo de Catalunya, la Generalitat. Allí Marçal escribe:

[...] como un segundo descubrimiento de la lengua propia, el feminismo: de repente, una larga serie de intuiciones personales, de íntimas rebeliones esporádicas y aparentemente anecdóticas tomaban sentido y adquirían una coherencia global. (Marçal, 1991: 57)

En su obra literaria, en la cual inicialmente se plantea el conflicto de clase, de género y de identidad nacional sometida, trabajará desde una mirada que se configura a través de una perspectiva de género.

Su primer poemario publicado, Cau de llunes (1973-1976), se presenta avalado por un prestigioso premio, el Carles Riba, que lleva el nombre del poeta catalán emblema del exilio y de la resistencia por la palabra. Y abierto con una sextina del poeta Joan Brossa, vanguardista, escritor afianzado y con una amplia obra que comprende poesía, el teatro, la plástica y la investigación entre estos géneros.

En el segundo poemario, Bruixa de dol (1979), empieza a consolidar una voz poética personal. La autora opta por mantener las composiciones de origen popular, escritas en estrofas tradicionales, respecto a las que declara una filiación lorquiana, y prueba, al mismo tiempo, la lírica culta, en impecables sonetos en los que despliega una imaginería compleja y articulada, y una gran riqueza léxica.

Marçal se plantea, desde sus inicios, de una manera especialmente consciente e intensa, el problema de la tradición. Notando la escasez y la invisibilidad de una tradición contemporánea de autoría femenina en la que inserir su propia obra, inicia una tarea de investigación que se prolongará a lo largo de toda su vida. Puesto que la autora considera que la variante de género es fundamental a la hora de definir la experiencia vital humana y, en consecuencia, a la hora de encontrar “las palabras para decirla”, buscará qué y cómo la han expresado otras voces femeninas y cómo se ha inscrito en la literatura y en la cultura. En el contexto literario catalán, rescatar las autoras contemporáneas es una tarea importante y pendiente de realización, según Marçal. De manera que se dedica, en primera persona, a asumirla. En esta línea, del 1985 data su trabajo, una antología con estudio introductorio, y sus artículos de prensa sobre Clementina Arderiu, pasada a la historia de la literatura en exceso dependiente del poeta-consorte Carles Riba. Además, en un libro colectivo, Literatura de dones: una visió del món, publicado en 1988, escribe sobre Rosa Leveroni: “Rosa Leveroni, en el llindar” [“Rosa Leveroni, en el umbral”], poeta catalana quizás insuficientemente estudiada hasta aquel momento, y pendiente de revisión. En la misma línea, Marçal entre otras escritoras, organizadas en un sector autónomo del PEN club, impulsa en 1995 un Homenaje a Maria Antònia Salvà, la poeta mallorquina que había encarnado el tópico de voz femenina que canta por efusión, de manera casi inevitable y “espontánea”. En el acto, lee un poema inspirado en ella. De esta manera pone de manifiesto otra mirada posible respecto a la escritora mallorquina, se declara heredera, en cuanto poeta, de su poesía y establece así una genealogía femenina, necesaria, según su opinión, con toda urgencia.

Si en los dos primeros poemarios de Marçal los temas predominantes son el amor y la amistad, la búsqueda de la identidad ligada a la identidad del otro/a, ligados estos elementos al descubrimiento de la soledad, el tercer poemario, Sal oberta (1982), a la vez que continúa indagando sobre el amor, se adentra en la poetización de las experiencias consideradas como exclusivamente femeninas: el embarazo, visto como aceptación del azar y de la vida; el parto y los primeros tiempos de relación con la criatura nacida. De esta manera, Marçal acomete lo que, según la poeta Anna Montero formula de manera precisa en una reseña del cuarto libro de Marçal, “los dos terrenos en los que la mujer siempre ha sido y es objeto de la mayor mixtificación: el amor y la maternidad” (Montero, 1986: 116).  Respecto a la maternidad, la poeta se propone elaborar en su obra de creación experiencias que difícilmente han traspasado el ámbito de lo privado, puesto que parecen pertenecer en primera persona sólo a las mujeres. Incluso las mujeres poetas, quizás temerosas de hablar de experiencias específicas, se resisten a poner en ellas el énfasis que una experiencia tan global como ésta requeriría.

Como en los poemarios anteriores, Sal oberta tomaba sus imágenes del cosmos vivo: en él la luna, como elemento ancestral femenino, es un astro con luz propia a la que el yo poético puede invocar y de la cual recibir ayuda.

Los cuatro elementos básicos (tierra, agua, aire, fuego) y un paisaje natural de elementos vegetales y animales: hierbas, flores, frutos, pero también el configurado por manos humanas,  dan un sentido a la construcción de la propia experiencia, ya que, más que poesía de la experiencia, la poesía de Marçal construye la experiencia, de manera que ésta adquiera un significado y así, en consecuencia, pueda ser vivida, vivible. Y que sea un significado generalizable, más allá de la voz poética que declara vivirla y que la elabora. A este respecto, es interesante lo que escribía el crítico que había sido poeta y compañero de militancia y de proyectos editoriales y literarios de la poeta, Xavier Bru de Sala: “Escribir poesía era escribirse, des-cubrirse, formularse, construirse: algo muy próximo a la autocreación.” (Bru de Sala[20], 2000: 45).

El cuarto poemario, Terra de mai,  por avatares editoriales, fue incorporado en un quinto libro, La germana, l’estrangera. En él se reúnen 15 sextinas. A la innovación formal se suma y se enlaza el reto de cantar, desde una voz poética femenina, la pasión amorosa entre dos mujeres. Ningún elemento léxico o morfosintàctico revela este hecho, pero en cambio es bien visible la voluntad de sexuar la experiencia amorosa en las imágenes. Buen ejemplo de ello podrían ser la negación de la espada, símbolo de la  relación amorosa heterosexual vista como una guerra, en el poema “Sextina-mirall”, y el de las dos bocas, en alusión al sexo femenino, en la sextina “Solstici”, que empieza justamente con el verso: “El teu sexe i el meu són dues boques”.

Contiguo a este juego literario, hallamos las declaraciones de la autora en entrevistas y presentaciones en el sentido de dejar bien claro y explícito que los poemas han de ser leídos desde la perspectiva del amor sáfico. El aviso es más pertinente todavía por el hecho de que se incorporan a un libro, La germana, l’estrangera, que comprende también una serie de poemas dedicados a la hija ya nacida, en etapas próximas al parto. Y en los primeros ensayos de asunción de nuevos papeles en la relación madre-hija, nuevas identidades.

Un tercer grupo de poemas cantan el abandono amoroso desde el punto de vista de la abandonada por un ya inequívocamente femenino. A mayor razón, la separación de la amante del cuerpo de la amada, es vista como el parto doloroso desde la vivencia de la criatura.

En este quinto poemario, aunque se encuentran algunos sonetos y alguna canción popular, se ensayan estrofas de origen oriental, como el haikú y la tanka, más adecuadas seguramente al proceso de progresiva desnudez y esencialización de la poesía de Marçal, acorde también con la evolución poética de otros autores catalanes del momento. La densidad de pensamiento, siempre presente como un elemento importante en la poesía de esta autora, irá progresivamente pres-cindiendo del artificio de la brillantez de las imágenes y los recursos retóricos.

Cuando, en 1989, se publica la entonces obra completa de la autora, recogida bajo el explícito título Llengua abolida, se incluye en ella un poemario que quedará inédito de manera independiente hasta muchos años después, Desglaç. En un primer apartado se elabora, a raíz de la muerte del padre real, la muerte del Padre simbólico, partiendo del largo poema Daddy, de la norteamericana Sylvia Plath. El pensamiento es en Marçal más complejo y, si la americana escribía “Every woman adores a fascist”, Marçal matiza y habla de una parte[21] de sí misma: “Aquella part de mi que adorava un feixista / –o l’adora, qui ho sap!

Un segundo apartado, “Contraban de llum” continúa la exploración del amor entre mujeres, ya no en un tono triunfal y cósmico, de plenitud erótica, como era el tono de Terra de mai, sino de indagación contradictoria en la vivencia propia y en su representación social. Es una indagación no exenta de dolor, de retrocesos y avances.

La obra de Marçal, interrumpida por la muerte un 5 de julio de 1998, tiene una continuidad póstuma en la publicación de algunos poemas dispersos y otros inéditos en el volumen Raó del cos (2000), preparado por Lluïsa Julià. En este pequeño poemario se incluyen poemas sobre la enfermedad y la muerte, y sobre la filiación femenina y la relación con la madre, simbólica y vital, una filiación que encuentra coincidencias con la filosofía feminista del grupo de la Librería de Mujeres de Milán y con los textos de la pensadora Luisa Muraro al respecto.

Algún artículo como el capítulo “Diferencia y/o normalización: La poesía catalana de los últimos treinta años”, de libro Mosaico ibérico. Ensayos sobre poesía y diversidad, escrito en colaboración con Lluïsa Julià; la antología Paisatge emergent. Trenta poetes catalanes del segle XX[22], y la publicación de los textos de lo que fueron las conferencias de la manifestación “Cartografies del desig” prolongan más allá de su muerte las actividades literarias compartidas de Marçal, a las cuales en vida dedicó tantos esfuerzos. El proyecto de las Cartografías reunía en su primera edición, y continúa reuniendo, tres ediciones después, a autoras catalanas y a otras autoras de lengua de expresión diversa con las cuales pueden establecerse afinidades, contacto, filiación o coincidencias. Es una manera de establecer y construir genealogía para las obras literarias femeninas, o/y de afianzarlas en ella.

De hecho, esta tarea fue acometida por Marçal de muchas maneras distintas también en el seno de su propia obra de creación, a través de las citas, dedicatorias, intertextualidades en los poemas, y en otros ámbitos paralelos, como la crítica, las traducciones, las comunicaciones o participaciones en ocasiones públicas diversas, en las que la poeta prodigó su presencia: escuelas y universidades de verano, jornadas, seminarios, charlas, encuentros y cursos, presentaciones y entrevistas.

Tradujo además a Yourcenar y Colette al catalán y, en colaboración con Monika Zgustova, a las poetas rusas Akhmátova y Tsvietáieva. Según diversas decla-raciones suyas, la lectura de Dickinson, que Marià Manent había vertido al catalán, y también de Rich, Plath y otras poetas en lengua inglesa, conocidas a través de la edición a cargo de la traductora y poeta Montserrat Abelló, le aportó una dosis de trangresión, de riesgo, que necesitaba, y con los que se sentía en afinidad. Esto no significa que en su poesía no se advierta la tradición catalana, construida princi-palmente por autores. En muchos casos, esta presencia, declarada en entrevistas y declaraciones, es manifiesta, ya sea en forma de versos completos, o con referencias intertextuales poco o nada veladas. Así la filiación ausiasmarquiana, declarada por la poeta desde los inicios, se prolonga hasta los últimos poemas de Desglaç. Riba, Ferrater, J. V. Foix, Brossa, Salvat-Papasseit, Vinyoli, Espriu, entre otros, están de alguna manera presentes en su poesía, como también lo están Arderiu, Leveroni o Salvà. A sus inicios se remonta la admiración por Lorca, que inspira la vena popular de Marçal, e incluso algunas de sus inquietantes imágenes, pero también Josep Carner. Su formación clásica se manifiesta en el primer poemario, con una recreación, más que traducción, de Semónidas, y reaflora en la crítica y en algunas imágenes de su poesía.  A la poeta gallega Rosalía de Castro, que considera fundacional para la poesía gallega y para la poesía de autoría femenina, rinde tributo en al menos tres poemas. Una investigación en este sentido pondría de manifiesto otras influencias o inter-textualidades hasta ahora no advertidas. No olvidemos que se trata de una obra contemporánea muy reciente, sobre la que queda mucho por estudiar.

Su única novela, publicada en 1994, La passió segons Renée Vivien, es una biografía novelada de la poeta inglesa de expresión francesa de nombre Pauline Tarn,  primera cantora, después de Safo, de los amores femeninos. Es también una expresión en prosa –y, por lo tanto, por extenso– de la poética de Marçal, una base de datos del pensamiento, elaborado de manera más sintética en la poesía, una inmersión en las dudas profundas sobre la capacidad del lenguaje poético de expresar el cuerpo y la pasión vital a través de la literatura. Todo ello, a través de una variedad de voces que hablan en tonos bien distintos y desde diferentes puntos de vista, de la poeta ausente, hasta tejer acerca de ella un tapiz variopinto y poliédrico sobre la gran desconocida que es para cualquier yo, el / la otro /a, a través del cual, y sólo así, nos es dado conocernos o aproximarnos al conocimiento de nosotros mismos.

Maria-Mercè Marçal, la pequeña que creía en el poder de las palabras, fue consecuente con su extraordinadorio candor y nos ofreció motivos para renovar nuestra confianza en ellas.

Fina Llorca Antolín



[1] Existe traducción de Pilar Giralt Gorina de la edición original en catalán de 1994: Maria-Mercè Marçal, La pasión según Renée Vivien. Barcelona, Seix Barral, 1995.

[2] Les Trobairitz. Poetes occitanes del segle XII [estudio introductorio de Magda Bogin, versiones poéticas de Alfred Badia]. Barcelona, Ediciones La Sal, 1983.

[3] Maria-Mercè Marçal, Raó del cos [prólogo de Pere Gimferrer, edición de Lluïsa Julià]. Barcelona, Edicions 62 : Empúries, 2000.

[4] Traducido del original catalán.

[5] Del texto de 1995 Llengua abolida: poesia, gènere, identitat recogido por Mercè Ibarz en Maria-Mercè Marçal. Sota el signe del drac. Barcelona: Proa, 2004, pág. 193.

[6] «A l’atzar agraeixo tres dons: haver nascut dona, / de classe baixa i nació oprimida. // I el tèrbol atzur de ser tres voltes rebel.» Maria-Mercè Marçal. Llengua abolida. (1973-1988). València: 3 i 4, 2000, pág. 23.

[7]Sota el signe del drac”, op. cit., pág.193.

[8] Com la xiqueta que en encetar el camí / s’omple de rocs la falda i les butxaques / i s’endinsa en el bosc i els va perdent / sense lliurar les batalles previstes / contra llops o gegants, ombres / va deixant un rastre / sembra / i ara li resta nomès dins del puny / crispat un còdol llis… Maria-Mercè Marçal. Raó del cos. Barcelona: Edicions 62, 2000, pág. 65.

[9] «S’hi veu una nena amb la cara i la bata brutes, emmurriada, que mira amb desconfiança cap a la càmera, mentre serva sense gaire esme una flor d’ametller a la mà. M’havia escapat, sembla “a fer un tomb per la finca, per veure els arbres”; em vaig perdre, i la imatge fixada correspon al moment en què em vam trobar. Jo em retrobo –per què?- en la xiqueta que es perd, en el goig de perdre’s per trobar. O en el de trobar per perdre’s.» En Qui sóc i per què escric. Institució de les Lletres Catalanes, enero de 1995.

[10] Los versos originales de Marçal son: «sota un bosc de paraules», «la dansa de l’herba», «hort clos de fruita oberta», «l’arbre de l’alliberament», «l’ascla del meu cor vegetal», «alfabets d’arrels», «collita sóc», «heura que véns de mar», «amb els polsos plens de saba», «raïm ardent als ulls», «la revolta vegetal», «dins teu / sóc la llavor que esclata».

[11] «Les falgueres crepiten amb el rou de la festa / ni ho saben, que hi ha l’erm ordenat de l’herbari!». Llengua abolida, pág. 183.

[12] «Arreu s’escamparà la vida / com una dansa vegetal». Pertenecen al poema “Cançó de fer camí”, op. cit., pág. 155.

[13] Véase el capítulo dedicado a Anna Atkins en Isabel Núñez y Lydia Oliva. Sinrazones del olvido (Escritoras y fotógrafas de los siglos XIX y XX).Barcelona: Icaria, 2011.

[14] «Per abastar la lluna de l’arbre prohibit». Llengua abolida, pág. 49.

[15] El libro que yo había leído era Anna Akhmàtova. Rèquiem i altres poemes. Barcelona: Edicions 62, 1991. Traducción de Maria-Mercè Marçal, con la colaboración de Monika Zgustova. La conferencia Com en la nit les flames se publicó en Cartografies del desig. Barcelona: Proa, 1998, (pág. 157-192). El título procedía de un verso de Bartomeu Rosselló-Pòrcel: “Tota la meva vida es lliga a tu, / com en la nit les flames a la fosca”, que traducido sería: “Toda mi vida se liga a ti / como en la noche las llamas a la oscuridad”.

[16] «Què vol dir aquest desig de “fins i tot després de morir, seguir escrivint”? Al meu entendre, no és només allò del “dur desig de durar” que deia Paul Éluard... no només el desig que les pròpies paraules restin i perdurin. Sinó el fet que siguin llegides com a noves en nous contextos i així prenguin nous significats, siguin nou aliment, nova sang per a un públic lector». En Memòria de l’aigua. Barcelona: Proa, 1999, pág. 9.

[17] «Un públic que sempre es va renovant i que demana àvidament paraules que donin sentit a les coses, a l’experiència, al món». Memòria de l’aigua, op. cit., pág. 9.

[18] «L’escriptura ha estat, és per a mi una activitat vertebradora. (...) La poesia ha estat el meu esquelet intern, la meva manera de dir-me a mi mateixa, d’ordenar provisionalment amb la paraula el caos que l’imprevist desencadena. (...) També, potser, com una segona memòria.» Del texto Qui sóc i per què escric, op. cit.

[19] “No ahogues a la pequeña / que vive, rebelde en mí, /que me incita al candor, a encender la mirada, / a estrenar bosques en donde los lobos pasan la noche. / Y a creer en el poder de las palabras”.

[20] “El Mall, 25 años después”, Encuentro Llengua abolida, Lleida.

[21] “Aquella parte de mí que adoraba a un fascista / o lo adora, ¡quién sabe!”

[22] Editado conjuntamente con Montserrat Abelló, Neus Aguado i Lluïsa Julià en 1999.

 
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