Caverna perpetua
Como todos los hombres, vine al mundo
a recordar, porque el conocimiento
es tan sólo memoria, remembranza,
reminiscencia de otra realidad
mejor, más prestigiosa y más estable,
de la que un día fuimos desterrados.
La vida es perseguir inútilmente
la fuente primordial, donde confluyen
todos los hilos de agua del recuerdo,
rozar casi sus gárgolas y hundirse
en el suplicio de una sed eterna.
Tú, madre mía, soledad, aún puedes
salvarme de este olvido que amenazacon sembrar de silencio las llanuras
sonoras de mi alma. Novia mía,
hermana soledad, dime qué hubo,
o si hubo algo, digno de memoria
fuera de la caverna en la que vivo.
Luis Alberto de Cuenca
Madrid, 30 de agosto de 2009
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À la brève rose du ciel d’hiver
on offre ce feu de braises
qui tiendrait presque dans la main.
(« Cela ne veut rien dire »”, diront-ils,
« cela ne guérit rien,
ne sécherait même pas une larme… »)
Pourtant, voyant cela, pensant cela,
le temps d’à peine le saisir,
d’à peine être saisi,
n’avons-nous pas, sans bouger, fait un pas
au-delà des dernières larmes?
Philippe Jaccottet
A la rosa tan breve del cielo del inviernol
e ofrecemos un fuego hecho de brasas
que por poco cabría en nuestras manos.
(“No significa nada”, nos dirán,
“no cura nada,
no sería capaz de secar una lágrima…”)
Y, sin embargo, viéndolo, pensándolo
apenas el instante de captarlo,de ser apenas capturados,
¿no hemos, sin movernos, dado un paso
más allá de las lágrimas finales?
(Traducción de Rafael-José Díaz)
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Veintiuno de mayo (2006)
A Francisco Brines
En la Academia,
presidía la diosa con orgullo;
brillaba en la vidriera y la luz declinaba.
Francisco iba dejando el bien de los recuerdos.
Fatigado el anhelo y viva la palabra
al apuntar su impulso de poeta
(si no lo fuera antes de nacido).
Invitados Cernuda y Juan Ramón.
Serena la presencia del electo
en el estrado oscuro y suntuoso.
Su voz se conjugaba en ayer y presente.
Desde un rincón morado, cercano al amarillo,
que lucía impaciente la belleza,
hormigueaba el sol detrás de los cristales
y llegaba festivo hasta los rostros.
Los amigos allí, portando llama,
al abrazo llegaron conmovidos.
Así se despidieron el honor y la dicha.
Se palpaba el silencio, y oscureció la tarde.
Dionisia García
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Lo perdido
¿Cómo recuperar lo perdido,
lo que nos fue abandonando en el camino de la vida,
lo que éramos, lo que en el fondo quizás todavía somos,
y sin embargo un día nos abandonó,
nos dejó mutilados en medio del camino de la vida,
con los muñones de la existencia,
la vida hecha jirones?
¿Cómo recuperar las promesas incumplidas,
las perspectivas infinitas, el futuro radiante,
un camino majestuoso
convertido luego en un mísero callejón sin salida?,
¿cómo recuperar el deslumbramiento de la infancia,
el entusiasmo de la juventud,
la alegría y la esperanza,
los seres que amamos y que nos dejaron,
los familiares muertos,
los amigos que se alejaron,
las parejas rotas,
la fe de los que creyeron en nosotros
y a los que decepcionamos?
Y el ángel que velaba nuestros pasos
y que un día nos abandonó,
¿cómo recuperarlo?
Y el Dios al que también decepcionamos,
del que no fuimos dignos,
¿también nos abandonó?,
¿cómo volver a encontrarlo ahora?
¿Cómo recuperar todo lo que perdimos,
lo que fuimos matando
sin consideración, con indiferencia,
a lo largo del camino de la vida,
esa avenida poblada de cadáveres, de espectros
que parecen suplicarnos su rescate,
pedirnos una segunda oportunidad,
que les devolvamos a la vida
de la que les desterramos,
al cumplimiento de la promesa rota,
defraudada?
Lorenzo Martín del Burgo
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Trébol
Because the mountain grass / Cannot but keep the form / Where the mountain hare has lain.
WILLIAM BUTLER YEATS
Contemplo la estructura de su haz,
el mapa que despliega su lección
de simetría en la isla de St. Patrick,
en la piel de Dublín: Baile Átha Cliath.
Penetro el entramado de sus nervios,
la transparencia agreste de la savia
hundiéndome en la turba de Twelve Beans;
en los muros de Kylemore junto al lago,
o tras los guantes sucios de Séan Thornton
enterrados a orillas de Asford Castle.
Desciendo el río en cruz de este camino
palpando su luz tenue tras las nubes,
el olor que le basta a mi esperanza.
Ese aire con carácter de promesa
hecho furia en el vértigo de Moher,
detenido en las costas de Cahersiveen.
Me entrego a esta insólita belleza
tallo adentro, buscando la raíz,
el mar de isla Valentia en el verano,
el sentido en el triángulo de Cork.
Una marea apremia mi andadura,
un pacto duradero con el agua
que me indique el final de este trayecto,
la humedad de la tierra que me lleve
al punto de partida en Irish Sea.
Rememoro el misterio de ser hoja
emergiendo en un círculo de lluvia.
Miro al cielo;
el asombro me acompaña.
Pablo Luque Pinilla