Queridos amigos,
Sabiendo que a nuestro peculiar homenajeado le hubiera resultado simpática la ocurrencia, aprovecharé hoy este saludo para agradecer el habitual alboroto con que solemos reunirnos cada vez que, después de seis meses, celebramos la aparición de una nueva entrega de la revista.
He parado la imagen en ese instante en que, pasada ya la media hora larga de retraso con que algunos suelen acudir a las convocatorias (nuevas risas, abrazos y demás aspavientos), tras varios tímidos y fallidos intentos de reclamar vuestra atención, resulta imprescindible golpear, con un cubierto, el cristal de la copa que llevo en mi otra mano; aprovechando entonces el repentino silencio de la sala, puede al fin iniciarse el acto con un, como ahora, sinceramente afectuoso Queridos amigos…
Agustín Porras