Detrás del sol
A mi madre
Detrás del sol hay un país oscuro
donde vive tu muerte, madre mía.
Detrás del mar, del viento, de la lluvia,
detrás de las montañas y los ríos,
detrás del horizonte y los planetas,
detrás del fuego, el mineral, la piedra,
detrás del sueño, el agua, el universo,
veo unos ojos que son sólo tus ojos
mirando hacia la luz.
Tienes frío debajo de la tierra,
debajo de la tierra oigo tu voz,
allí, allí, detrás del infinito,
donde está mi dolor.
José Luis de la Vega
Hölderlin
Solitario quedaste con tus dioses
en la humilde cabaña de madera,
envejeces, te tropiezas, toses,
y te duele, cuando andas, la cadera.
Solitario quedaste con tus dioses
como ahora estoy solo yo contigo
y tú eres, aunque no me conoces,
un amigo.
Has creado un nuevo vino añejo
que serviste para que todos beban,
bebes solo, mirándote al espejo,
ese vino que los demás no prueban.
Bebes solo, vacilas, te tropiezas,
embriagado del Hades de tu pluma,
esa Diotima a quien tú sólo rezas
se te esfuma.
Has dejado la dádiva del juicio
en la fuente dorada del Parnaso,
te lanzaste con gusto al precipicio
del delirio, las musas y el ocaso.
De tan sabio perdiste la mirada
por llevarla al sol del otro cielo,
no ves nada
y te pierdes como detrás de un velo.
Tú conversas con Hiperión y Apolo
y aunque tienes a Zeus de compañero
estás solo
y te cuida un sencillo carpintero.
Alejandro Marzioni
Anima anichilata
A Asunción García
Parecía infancia
y era la habilidad del horizonte en admitir lo elegido.
Había agua, maderos abiertos, perduración;
me senté allí esperándome desobediente
próximo a una desaparición con el alma aniquilada:
sin sombra, ni esplendor, inalterable.
La justicia me parecía una vuelta de la traición;
una caverna que por falta de ceguera tenía su lodo en la alegría.
Aniquilada la soledad y la compasión
celosa de lo mortal;
querida como una reliquia celeste, marítima,
servida en los sentidos como un sacrificio nativo del mismo océano,
de la misma muerte.
Vivo el asombro, aquí, en este navío Absoluto,
visto lo necesario, soy absuelto de la crueldad
cuando mi carne se vacía de las resonancias del amor.
Enric López Tuset
Autopsia del día
El cangrejo, en sus manos, agoniza
casi azul y minúsculo.
Los cristales habían reflejado mi rostro.
Una línea imperfecta
deletreando el horizonte
esta mañana.
Azul en el cristal.
El pájaro en su jaula ignora el cielo.
A nadie le conmueve una maceta
caída sobre la acera.
Unas monedas suenan en mi mano
dentro de la chaqueta.
Toda la playa en calma. Poca gente
caminando para ser viernes.
Este sol agoniza sin llegar a tocarnos.
Abandonamos al cangrejo sobre las rocas.
Cómo las olas
lo engullen enseguida.
Ricardo Virtanen
Expreso nocturno
Hoy retorna el recuerdo en blanco y negro
de trenes que pasaban cercanos a mi casa.
De noche parecían fantasmas misteriosos,
expresos alargados, grandes locomotoras
arrastrando, potentes y humeantes,
coches de luminosas ventanillas
en la primera clase.
Tras ellas presentía viajeros muy felices
—tal vez indiferentes—
arribando temprano a su destino,
y yo los envidiaba en mi rutina.
Partía el traqueteo los relojes,
avivaba memorias ya marchitas,
despedidas y viajes, algunos sin regreso.
Muchas noches de trenes y de insomnio
contemplaba en silencio tu figura
dormida junto a mí.
Imaginaba entonces mil rutas imposibles,
contigo,
en aquellos convoyes de gran lujo
con coches de maderas trabajadas
y mullidos asientos.
Desfilaba el paisaje ante tus ojos
y tu mirada cálida
arrumbaba mis dudas y temores.
Así en las largas horas de vigilia
se agolpaban los sueños
mientras, uno tras otro,
los expresos, señores de la noche,
invadían la estancia.
Tras su paso
volvían el silencio y la penumbra.
Yo no podía entonces demorar la caricia
y, sin que las notases,
perfilaba tu boca con mis manos
y mis labios sedientos reparaban a veces
—factura de tristeza e impotencia—
la salobre emoción de algunas lágrimas.
Es de nuevo de noche, igual que antaño,
va a llegar otro tren, lo escucho próximo;
no es negro ni humeante.
Pudiera ser el último transporte
con billete a paisajes luminosos.
En el modesto lecho, sin embargo,
continúas dormida, parada en vía muerta,
en la estación vacía de los sueños.
Miguel Ángel Yusta