Demasiados muertos para seguir soñando.
Cuerpo vivo, cuerpo muerto, gusanos
agujereando el atardecer.
Tu presencia es una ausencia escandalosa.
Miente estrepitosa-mente.
Trueno y relámpago en una sola burbuja
que se eleva en el aire podrido de Madrid.
Tuviste que huir para encontrarte
en el mismo lugar de tu desaparición.
Ahora vives el sueño de Europa,
un lugar atravesado por la vergüenza
de exterminios masivos.
Primavera de Praga –dijiste–.
Mayo francés –dijiste–.
Derrumbado el muro de Berlín –dijiste…
Los crímenes de guerra no se borran
con una bandera azul coronada de estrellas.
Sobre el cielo de París planean
drones que vigilan como el ojo de Dios
toda posibilidad de un final feliz.
Dionisio Cañas
Fragmento de “La noche de Europa (Caminando con María Zambrano)”
Con leves trazos de un fino lápiz
Con leves trazos de un fino lápiz marcaba mi padre
aquello que le gustaba de los libros que leía.
A veces,
lo subrayaba o comentaba al margen de la página
con una frase concisa.
Al final,
con la misma discreta caligrafía,
ponía la fecha de la lectura concluida.
De su vasta biblioteca en lo alto de su casa
frente al río que mezcla sus aguas con el océano
–aguas marrones o verdes según los días
o el azar ingobernable de sus corrientes–
heredé ocho metros de libros,
modo como miden las empresas de transporte
las mudanzas intercontinentales de bibliotecas.
Los elegí con cuidado a pocos días de haber incinerado
su cuerpo agotado
en el cementerio del Norte de Montevideo
(tengo grabada la imagen del humo saliendo de la chimenea del crematorio aquella mañana de febrero de 1998, de llovizna pertinaz mientras paseaba tristemente entre tumbas y mausoleos).
Sentado frente a los estantes
dejé de lado diarios y memorias de escritores a las que era aficionado,
novelas sin interés y libros que ya tenía.
Separé los de poesía y filosofía,
clásicos grecolatinos
y una espléndida edición de Homero.
Toda la literatura española,
Unamuno en dieciséis tomos
y obras completas de Aguilar de la literatura universal.
Un total de ocho metros encajonados en mi presencia
que debían atravesar el Atlántico
con destino a mi biblioteca de Oliete.
Ahora, en estos veranos distendidos
de ocio, lectura y creación
(si estoy inspirado)
leo muchos de esos libros
y me tropiezo emocionado con aquellos subrayados.
Esta tarde
–21 de agosto del 2015–
he concluido las 508 páginas
de la Obra poética completa de Borges,
(edición de Alianza Tres de 1979)
de la que solo conocía algunos poemas aislados.
Pequeñas marcas han acompañado mi lectura,
larga sombra de mi padre en los trazos del lápiz
alargada sobre los años transcurridos desde que anotara el fin de su lectura.
Fernando Aínsa
Elegimos la luz
a sabiendas de lo oscuro
Así la mirada concita
la abundancia viva del aliento
Así me arrodillo
ante la elección de tu cuerpo
Fermín Higuera
(Re)ciclo
Creo en la eternidad, en el eterno
retorno de papeles y plásticos y envases.
Solo 50 metros me separan.
Cada 50 metros me reencarno.
Soy la gota de aceite en la sartén del Ganges.
Soy la gota de agua –igual, pero
distinta–
en la corriente zen. Ya sé que la belleza
conlleva desajustes
de escala. La belleza:
lo que hace de la caja de zapatos
ataúd de cartón.
Yo me vuelvo inmortal cuando reciclo.
Yo me juego la vida reciclando.
Luis Bagué Quílez
Los gatos de la fortaleza roja
En las almenas de las altas torres
los crédulos vecinos del alcázar
buscaban a las almas nazaríes
en el vertiginoso revolar de los vencejos.
Arúspices ramplones
colgados de las torres
pescaban a los pájaros con garfios,
tratando de arrancarles sus secretos.
Así lo narra Irving
en una carta a su amigo Dolgoruki
en la que da indignada cuenta de estas artes
que el vuelo de tantos dulces pájaros truncara.
Omite sin embargo sus pesquisas
no menos candorosas en la estancia:
sus lentes de ver duendes revoltosos,
sus sueños de muchachas en las fuentes
y su porfiada búsqueda de cámaras secretas
entre las galerías del palacio en ruinas.
Ingenuos cada cual a su manera
en su anhelante busca de prodigios,
no repararon quizás por numerosos
en los furtivos y afelpados gatos
que antes de que Al-Hamar se sentara en su trono
ya habían metido sus narices
en todos los rincones de la Alhambra.
Samuel Serrano
La nota justa
La nota justa creo haber hallado,
el punto más armónico en la diástole,
la vertical imagen de los lirios,
violando la evidencia de la cumbre.
Así es como me quieres:
lejana, ausente, llena de un silencio
que mide longitudes en los labios.
Distante, ausente, resumida en llanto
de pura transparencia, imperceptible.
Remota, ausente, más lejos de ti
y más cerca del fondo del estanque.
Laura Gómez Recas
El ensueño
Tú, que solivias mi tersura
con la hondura de tu mano
y trasmutas lo endiosado
por humano.
Tú, que alabeas mi cerviz
en lo cansado cotidiano.
Tú, que enciendes la luz del pensamiento
y amasas las sombras de la duda.
¿Por qué tu voz hoy muda
no da bálsamo a mi sentir?
¿Por qué no dejas huir
este sentido a tu estado?
Si ya soy lo que supuso tu agrado,
carne pudriente y latido.
Si he de ser pedestal derribado,
de mi altura arrojado
y poseído,
no pongas más angustia hoy a tu empeño.
Tú, –voz ignorante de tanta queja del mundo,
si sólo somos sombras de tu ensueño–.
Alberto Ávila Morales
Grito al vacío
¡Defiéndeme, oh mundo, de la hondura!
No me dejes caer en el fango de la raíz.
Haz las almas a mi medida.
No permitas que sueñe, que imagine, que recuerde...
Dame solo
risas.
Miranda Taibo
Ictus
La vida es
un aneurisma,
una arteria que rodea al trigémino,
en una neuralgia
que te lleva al dolor más extremo.
Buscas respuesta
en clínicas selectas,
pero nadie aporta esperanza.
Todo termina
con el empuje de la sangre,
en un derrame caótico,
perfecto,
orquestado por
el núcleo
burlado del cerebro.
El amor aguarda detrás
de cada fibra cercenada.
Ricardo Fernández Moyano
Caníbales del fuego que tintáis las miradas de penumbra
vuestros panes de acero sólo alimentan la devastación.
Con manos de furia prehumana os jactáis de la caza de niñas de barro
engendraréis paupérrima sangre sometida.
Parad ya de inundar con vísceras rituales el zaguán del paraíso:
mito de la palabra que subastáis con informática de última generación.
Jesús del Real
Jubilación
Serán horas extrañas.
Repetiré los gestos
que prodigué más veces,
como si fuera un río
de cauce silencioso
que sale al fin al llano.
Agujas matinales
verán sobre la mesa
mis hábitos anclados;
entre pizarra y tiza,
iniciaré la clase
con la quebrada voz del “buenos días”
frente al vuelo de tanta juventud;
apenas sabe
que somos material perecedero,
sombras furtivas
de supervivientes.
Mostrarán las palabras
un ápice de vida,
el prodigio de estar en el andén
de una estación de niebla
en la que soy el único viajero.
Un tren sin nadie aguarda la salida
para borrarse pronto
en el doble raíl de la distancia.
No estará en la corteza
el brote verdecido de lo laborable
ni la espuma tenaz
borrará de mi piel
tantas cavilaciones sombreadas
por la barba del día.
No hay más tema que el tiempo,
una ecuación exacta
que el destino resuelve.
La gente que conmigo hizo lugar
empieza a dispersarse.
El cordaje vital se afinó en compañía,
pero mi casa es otra y hoy se abre
con nueva biografía.
José Luis Morante
(Septiembre, 2016)
De sus fieras fauces,
su aliento pestilente
jugando con las nubes
a ocultarnos el sol.
Tan afilados dientes
destellan babeantes
un brillo ponzoñoso
en los ojos de los peces.
De su infinito apetito
la miseria se hace
y engulle y engulle
y engulle y crece...
¡Y llenadle de besos el alma si podéis!
Que os cosquilleen las termitas los labios.
En sus fieras fauces
tu sumiso corazón
jugando a ser mordido.
Perro Afgano
La noche me desvela.
Despabila mis ensueños...
Y absorto... ensimismado...
con el alma en el borde de mí mismo,
–como ronda un suicida,
el límite difuso de la nada–
acaricio tu cuerpo en mi memoria.
Luego vuelvo a mi sombra,
donde el papel, tan blanco y confidente,
me deja poseerte con mis versos.
José María Carnero
(Del poemario inédito “Condenado a ser libre”)
No hay dolor más grande
A Horacio Castillo
I
Relámpagos atravesaban a lo lejos el esplendor
del horizonte. No hay dolor, dolor más grande.
Sabiendo que nuestra hora también había llegado,
se nos hizo bastante duro levantarnos
para reconocer los restos del dios
que tanto tiempo habíamos servido.
Registros
maquillados, hojas que apenas se han rozado para ser
trituradas en el primer llamado de angustia–
calambres en el estómago, no hay dolor más grande.
En el piso treinta, veíamos sin cesar
la Torre Eiffel parpadear como un insecto
y cada uno se arrastraba en busca
de préstamos, de cheques y billetes extraviados,
cada uno trataba de espantar el vil abejorro
que iba y venía en su cabeza. Intensas
fiebres, miradas agobiadas, grandes dolores, odios
profundos, toses secas, sentidos consumidos, carnes hinchadas.
II
Donde sea que te encuentres, ¿te acordás
de esas noches en que como niños
perdidos en pleno bosque sólo podíamos
mirar la vida de frente?
Y la curva que tanto te gustaba
negociar daba sobre vías
muertas donde hacía bien
reconciliarnos, ¿te acordás?
III
¿Quién va a velar por nuestras almas ahora?
¿Qué hilos seguirán en adelante nuestros sueños?
¿Nos gustará todavía zigzaguear en la ciudad?
¿Las mariposas nocturnas seguirán viniendo
a quemarse las alas en el calor súbito
de nuestros faros? ¿Ves caer estas lágrimas,
dios, ante nuestras heridas abiertas, que no huelen?
Yves Roullière
(Traducido del francés por Carolina Massola)
Ya estando muerto mi padre,
en multitud de ocasiones
creía verlo en la calle.
Recuerdo más de una vez
seguir a algún transeúnte,
por si pudiera ser él.
Creo que a partir de entonces
he dedicado mi vida
a perseguir ilusiones.
Agustín Porras
La pregunta
Para Jorge Dot
Dime quién eres, muerte; y dime
cual es tu origen y de dónde sales.
¿Eres acaso la mañana clara?
¿Te escondes en las sombras de la noche
o eres el río que desde la montaña
funde en el mar la nieve de los años?
¿Eres el aire que de madrugada
agita la inconsciencia de los sueños?
¿Eres la afirmación
del destino del hombre hacia otra vida?
¿Eres el vuelo inútil del vivir
o la fragmentación de los sentidos?
Eres en este instante la mirada
del hombre abandonado al universo.
La vida de tu muerte me destruye
y mi pregunta vaga sin respuesta.
Dime tu identidad.
José Luis de la Vega
KaLanga
A José Luis de la Vega
Ahora es amplio el amor
Tiembla el aire sobre el valle
Mientras el sol se esconde desnudo
Tanto espacio de olvido
Hace que la noche se acerque lenta
Y que el día se despida humilde
El dolor de ver la vida
Compensa tu ausencia extrañamente
Y así el valle se ensancha hacia la tarde
Y las nubes se descuelgan lloviendo
El sonido inmediato de la noche
El olor grumoso de la tierra
Y la luz pálida de la brisa
Se ciernen sobre el valle
Todo es fragor en KaLanga
La noche no desea triunfar
Si no es llevándote
La luz se aleja tras las nubes
Ahora es amplio el amor
Que oscuramente brilla ante la muerte
Cuando el valle canta
Jorge Dot
KaLanga, Suazilandia, 12 de marzo de 2016
Islas
Isla Terçeira
No me lleves a la Isla
Terçeira,
jamás, ni a la segunda.
Llévame a la anterior al nacimiento,
allí donde las aves silenciosas
vuelan en el vacío, allí donde las olas
no llegan a morir, dientes de espuma,
porque el color no existe como tampoco el alma;
a las playas sin nombre
donde el dolor no ha puesto todavía
su pie,
a la Isla de la Nada,
donde no es necesario ni el olvido.
Isla Definitiva
Líbrame de mi sueño, de los sueños
que inesperadamente atenazan mi vida,
líbrame de mi vida.
Líbrame de mi nombre y de los nombres
que alguna vez hubieran
podido darme.
Líbrame del miedo a la tiniebla
que nunca envejeció
conmigo
y del deslumbramiento
súbito del amor que me ha cegado.
Y líbrame de todo lo punzante,
de todo cuanto duele,
quema como el recuerdo, isla definitiva.
Aureliano Cañadas
Un árbol asoma la cabeza
por una ventana.
(Busca al gorrión que se coló en la casa.)
De pared a pared, de suelo a techo,
da tumbos el gorrión desesperadamente.
Un perro atado al aire mira a un gato.
(Desconfían los dos entre las tarascadas
de la velocidad, del ruido, del absurdo.)
El árbol, el gorrión, el perro, el gato
somos nosotros, abandonados,
perdidos en la tierra y tan lejos del cielo.
Ángel Guinda