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Octubre 2010:   Edición de Abdllah 

Portada Abdallah

 

REINO DE CORDELIA publica una novela del francés Édouard Labolulaye, traducida bajo pseudónimo por Gustavo Adolfo Bécquer, que esconde doce Rimas inéditas del gran poeta español. Ilustrada por Valeriano Bécquer, Abdallah o el trébol de cuatro hojas, a la que sigue el relato Aziz y Aziza, supone uno de los grandes hallazgos literarios del año, descubierto por el profesor y poeta Agustín Porras.

 

Escondido en el anonimato, Béquer no se limitó a traducir los doce poemas que Édouard Labolulaye introdujo en su novela Abdallah. El genial poeta andaluz realizó una versión tan libre y personal que cada uno de los versos suena a Bécquer, como si fueran un añadido a las rimas de su Libro de los gorriones.

 

Este hallazgo se suma a la importancia en sí de Abdallah, firmada por el polifacético

autor francés Édouard Laboulaye, una apasionante historia traducida por Gustavo Adolfo Bécquer e ilutrada por su hermano Valeriano que incluye el breve relato titulado Aziz y Aziza –un cuento inserto en Las mil y una noches– y doce rimas inéditas de Bécquer.

 

 

 

Los Autores

 

Édouard Laboulaye

(París, 1811 1883) fue jurista, político y escritor. Buen conocedor de la política y Constitución de los Estados Unidos, a él se debe la idea de ofrecer a este país una estatua que representara la “Libertad”. En 1875 fue elegido senador permanente de la Tercera república francesa y contribuyó a instaurar la libertad de la enseñanza superior. En 1859 publicó la novela Abdallah o El trébol de cuatro hojas.

 

Gustavo Adolfo Bécquer

(Sevilla, 1836 Madrid, 1870) fue uno de los máximos exponentes del Romanticismo tardío español. El éxito que no le llegó en vida lo obtendría con creces a su muerte, sobre todo gracias a sus Rimas. Durante su azarosa vida desarrolló varios oficios, entre ellos el de traductor de diversas obras que aparecieron en la editorial de Gaspar Roig con ilustraciones de su hermano

Valeriano Bécquer; entre ellas Abdallah o El trébol de cuatro hojas, donde la versión al

español que él realiza de los poemas originales alcanza la misma calidad literaria que la de cualquier otra de sus Rimas.

 

 

 

Del prólogo de Agustín Porras

 

Publicada entre 1868 y 1869 esta versión española [de Abdallah], es sorprendente que hasta la fecha nadie se hubiese percatado de la presencia en ella de veinticuatro magníficos dibujos, firmados por Valeriano Domínguez Bécquer con sus familiares siglas VB o VDB. Pero más asombroso fue para mí el hecho de toparme en estas obras con la presencia de su hermano, el gran poeta Gustavo Adolfo, como responsable de la adaptación de dichos títulos al castellano, escondido bajo las iniciales D. F. de T.. Un disfraz que vuelve a utilizarse en otras dos ocasiones, aunque no se llegase en ellas, ni de lejos, a rozar el nivel aquí conseguido. Quizá estos otros títulos (William el grumete, segunda parte de En el mar, de Mayne-Reid, y El príncipe perro) pudieran formar parte de aquella agotadora tarea de traducción

que realizaba Bécquer (y de la que, según afirmaba su joven amigo Francisco de Laiglesia, el ministro González Bravo le liberó al otorgarle, unos años antes, el cargo de censor de novelas).

 

Resulta fácil imaginarse a Bécquer especialmente ilusionado con la tarea de adaptar al castellano una ejemplar aventura como la de Abdallah, pues no olvidemos que diez años atrás también él nos dejó, bajo la sorprendente prosa poética de El caudillo de las manos rojas, otra versión de esa lamentable fatalidad que el destino reserva a quienes, ciegos de pasión, violan los más elementales mandamientos a que nos obligan los vínculos fraternales. Es cierto que aparecen a lo largo del texto expresiones poco afortunadas (por cima, tomando a pechos), así como un chirriante laísmo que resulta inconcebible en boca del gran poeta andaluz; sin embargo, son tan evidentes sus huellas a medida que recorremos sus páginas…

 

No es sólo que aparezcan en el texto expresiones ya familiares para sus lectores (así: Un sueño que se desvanece a la mañana”, “En cuestión de sentimientos”, “Era hermosa sobre toda ponderación”, etc.), o imágenes especialmente atractivas para él… Lo realmente consistente, en mi opinión, para otorgarle su autoría son las coplas y romances que incluye este magnífico volumen, verdaderas recreaciones (es evidente que no estaba el autor francés inmerso en la lírica popular andaluza) que poco tienen que envidiarles en calidad e intensidad a algunas de sus inmortales Rimas, con las que guardan más que evidentes concordancias textuales y formales.

 
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