MANUEL NEILA

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En el caso del asturextremeño Manuel Neila (Hervás, 1950) se funden en feliz conjunción la práctica del aforismo con la reflexión teórica e histórica sobre el género. Así, su obra de creación aforística –compuesta por El silencio roto (1998), que incluía un buen conjunto de “reflexiones y máximas”, y el volumen Pensamientos de intemperie (2012), en el que se recogen textos aforísticos del primer libro, junto con otros que forman parte de tres cuadernos inéditos, Palabras en vilo, La voz desnuda y Juicios en alarde, a los que habrá que añadir muy pronto un nuevo libro en preparación El viento en los ojos, se ve complementada por varios estudios y trabajos aparecidos en diferentes revistas culturales y académicas (Clarín, Turia, Ínsula…) en los que el autor ha venido demostrando su excelente conocimiento de la tradición aforística europea y española y su perspicacia y buen tino a la hora de reflexionar sobre el desarrollo histórico del género o sobre las características que le son propias. Y esto desde hace ya un buen número de años, en los que ha tenido tiempo también de desarrollar una interesante labor editorial, que incluye proyectos como la recuperación de los textos del malogrado Ángel Sánchez Rivero o la publicación de las “sentencias” y “donaires” de Antonio Machado (ésta última en una colección dedicada al aforismo –“A la mínima”– que él mismo dirige).

Como aforista, se inclina hacia las fórmulas clásicas de la reflexión o la máxima y despliega una dicción equilibrada, armónica y bien medida, que transmite una sensación de serenidad inteligente y alerta. Pocas veces apuesta por la brevedad extrema y tampoco abusa de la sorpresa o el fogonazo verbal, pero no por ello sus textos pierden la contundencia propia del género. Al contrario, iluminan de lleno aspectos fundamentales de la condición humana, subrayando sin aspavientos algunas de las paradojas del existir, al tiempo que ponen a prueba las verdades aparentes y las representaciones mostrencas que se disfrazan de realidad. Pero no olvida tampoco las lacras sociales e individuales del ser humano y sus textos inciden sobre ellas con tajante gesto crítico, que no excluye la ironía y el sarcasmo. En un reciente trabajo aparecido en la revista Ínsula, Manuel Neila distingue, apoyándose en las preguntas esenciales que Kant consideró propias de la filosofía, tres tipos de aforistas: los de orientación filosófica o cognitiva, los de inclinación ética o moral y los que se deslizan por una vertiente ética o literaria. Pues bien, él mismo se desplaza con soltura y solvencia por esos tres territorios, rentabilizando productivamente su íntima familiaridad con la tradición aforística.

En esta ocasión publicamos un conjunto de textos inéditos que se organizan en tres secciones, dos de ellas de títulos coincidentes con los que aparecían en Pensamientos de intemperie. Mientras las “palabras en vilo” expresan la perplejidad del ser humano frente a su propia condición y frente al misterio de la existencia, las “llamas en la lengua” se ofrecen como un lúcido ejercicio de crítica y autocrítica. Los “juicios en alarde”, por último, exploran principalmente el territorio de la palabra y la escritura, sin olvidar las pequeñas miserias prosaicas y cotidianas de eso que llamamos la institución literaria.


José Ramón González

Cabos sueltos

I

Palabras en vilo

Pensar por cuenta propia es pensar a la intemperie, al margen de la comunidad académica y lejos de la comunidad civil.

En el paraíso perdido de la infancia, el único del que tenemos constancia, vivimos en armonía con la incertidumbre.

Por más que nos empeñemos en ordenar el caos, y mira que lo intentamos, la incertidumbre sigue su curso.

De las innumerables maneras de ser, la de cada hijo de vecino es única, insignificante, azarosa y cruel por perecedera.

No está mal eso de conocerse a uno mismo; pero si te resignas a ser tú mismo, ¿cómo llegarás a ser el que eres?

A diferencia de lo que pasa con el pecado original (perdonen los filósofos), contra la estupidez original no hay bautismo que valga.

Las opiniones ortodoxas y heterodoxas están limitadas por el lenguaje sectario; en este sentido, equidistan de la verdad.

Una cosa es la teoría y otra bien distinta la práctica…, que no pasa de ser una devaluación transitoria de la primera.

El Zeitgeist o “espíritu del tiempo” vuelve a hablar alemán; pero ahora lo hace en clave económica, como dictan los tiempos.

Por más vueltas que le demos al asunto, la conquista del espacio ha sido, a fin de cuentas, cuestión de tiempo.

En los lugares comunes, tan frecuentados por unos y por otros, los pensamientos se hallan de cuerpo presente.

La muerte es, más que cruel, insidiosa y devastadora; pues mata, en cada uno de nosotros, al resto del mundo.

II

Llamas en la lengua

Las cuestiones morales son demasiado necesarias para dejarlas al cuidado de las autoridades políticas, jurídicas o religiosas.

Todos tenemos parte de verdad, afirman algunos. Con lo que el mundo puede seguir dando tumbos como si tal cosa.

Es posible que el moralista sea un aguafiestas; sobre todo, cuando se generaliza el olor a cuerno quemado.

Llegó el momento en que, en su pequeño mundo provinciano, sólo cabían él, sus cábalas y sus cuatro ideas de baratillo.

Lo raro no es que cunda la corrupción; lo raro es mantener la dignidad en un mundo movido por la codicia, el odio y el delirio.

En los tiempos que corren, la presunción de inocencia es un abuso de confianza. Con el beneficio de la duda tenemos bastante.

Nos empeñamos en que el amor y la pasión duerman juntos, pero ellos prefieren hacerlo en habitaciones separadas.

En la juventud, la soledad resulta trágica; en la madurez, dramática; y en la vejez, un sí es no es metafísica.

Hicieron del futuro el basurero cenagoso del pasado, y ahora quieren robarnos el presente, los depredadores.

La sumisión acepta la figura del poder; el hecho de que sea la manera más vil de sentirse poderoso no le resta eficacia.

A buen seguro, todos queremos la paz; pero unos pocos, la paz compartida, y otros muchos, la paz de los cementerios.

Locuciones que valen por toda una ideología: “seamos tolerantes”, “poner en valor”, “como no podía ser de otra manera”.


III

Juicios en alarde

También los paganos se han quedado sin dioses, que han muerto como del rayo; quiero decir, la verdad, la bondad y la poesía.

El elogio de la mediocridad está al alcance de cualquier hijo de vecino; aunque, bien mirado, es prerrogativa de los mediocres.

Quienes opinan que “el poeta es un fingidor…” olvidan que “una opinión es una grosería, incluso cuando no es sincera”. Todo según Pessoa.

Los escritores que anteponen el conocimiento y los que anteponen el pedestal utilizan la misma lengua, pero distinta palabra.

Tras la hojarasca de los escritores prolíficos, incontinentes, desbordantes, a veces bullen pensamientos originales e inexpresados.

El renombre de un autor no garantiza la calidad de una obra. Y a la inversa, lo que resulta mucho más lamentable.

La escritura poética puede dar lugar a una obra memorable o a una confesión no pedida. En el segundo caso, sólo compete al autor.

A los estilos clásicos —el alto, el medio y el bajo— hay que agregar el estilo tertuliano, basado en la ignorancia satisfecha.

Todos tenemos derecho a hablar, pero no a que nos escuchen. La escucha, a fin de cuentas, es prerrogativa de los oyentes.

¡Qué banalidad decirle al lector lo que éste podría expresar con más ingenio si se lo propusiera! Valga lo dicho como ejemplo.

Quienes practican el método de la lectura rápida se privan, como quiera que sea, de algo esencial: el placer del texto.

Llega un momento en que el tiempo se remansa, y la lectura se vuelve una forma de amar. ¡Quien lo probó lo sabe!

Manuel Neila