Fundacion Alambique para la Poesía

SELECCION POEMAS DEL NUMERO 6


Bendiciones de la mañana

I

Salgo a correr hacia la luz.

Los charcos reflejan las nubes.

Desde hace días cada mañana

corro por ese cielo en el suelo

del parque. Es otoño y, a través

de los vanos de los campanarios,

de los arcos del acueducto,

las ramas de los pinos escurren

su brillo de plata sobre la ciudad

lejana y transparente.

II

Paz en abundancia, en esta primavera, pues corro,

y corro y no veo al perro negro, obstinado perro negro,

y mi cabeza repleta de la enormidad de su noche

no puede imaginar las matas de lilas entre las que corro

sin ese perro negro inflamado tras ellas, que me mira

y es el  mismo perro negro que no me deja nunca y me acecha

y yo corro, incluso cuando duermo, y siempre el perro negro

de dientes blancos gruñe en su morada de obscuridad.

III

Paz para quien corre mortalmente cansado de la vida

sin esperar de ella otra cosa que parar.

Tras la carrera compro pan en la plaza

en la que el asfalto es como estaño,

un plato de estaño para su ternura blanca.

Cuando algo me molesta como pan.

La rebanada del tamaño de mi boca

es silencio que devora los sabores airados.


IV

Vayamos en paz efímeras imágenes, yo mismo.

Paso veloz por la plaza con idéntica celeridad

con que pasa la vida. El kiosco está abierto.

En el rectángulo iluminado, una cabeza solitaria

parece levitar, limpiamente, sobre imágenes

de aquí y allá. Es difícil a esta velocidad

y a esta distancia correr por un mundo real.

Las efímeras imágenes, yo mismo,

pasamos por la plaza con la incertidumbre

con que vuela una bolsa de celofán

que se lleva el viento. Vayamos en paz.

V

Corres hacia la luz por la ladera oscura

y al alcanzar la cima viene a tu encuentro

el cielo silencioso. Prosiguen tus zancadas,

sin orillas ni abismo, bienvenido instante transparente,

un poco de lumbre que en el azul se ciega.

VI

Cae la luz sin alas como hermética ceniza.

Corro por un eclipse y busco el sol

cuando los bordes grises del universo

sorben el resplandor verde de las briznas de hierba.

VII

Piso presión casi en carne viva, hendiduras,

rugosidad de caverna de un pedazo de tierra,

único testimonio de la verdad de la muerte

sin abajo ni encima. Pues es raíz pero fue cortada,

flotante víscera que se adueña blandamente

de su cuerpo con dureza. Corro sobre lo que me acosa.

Ramón Mayrata

 


 

 

 

Haikus

En la ventana

mientras escribo un haiku

la luna llena

Un mosquitejo

aterriza en mi sopa:

s.o.s.

Cae la nieve

y apaga su blancura

la flor de almendro

Viento de otoño

aún después de la lluvia

el cuervo es negro

Bajo las aguas

los ojos de los peces

¿ven la estrellas?

La nochebuena

es noche de difuntos

para los pavos

Blanca eres luna

porque el oscuro cielo

te da su luz

Juan Miguel Asensi Torregrosa


 

Antiguos discos de Costello

Versionando On Elvis Presley´s birthay, de Elliott Murphy

No tengo un especial interés por la casa donde vivo, esa pequeña parcela de 90 m², pero me he acostumbrado y la echo de menos cuando estoy lejos.

Cuando era un niño mi padre trabajaba a seiscientos kilómetros dando clases. De noche, entre semana, llamaba por teléfono, pero los sábados estaba de vuelta.

Vestía vaqueros y hablaba con las manos en los bolsillos del pantalón, mientras jugaba con las monedas.

Íbamos en el antiguo blanco familiar el día de su cumpleaños, escuchando antiguos discos de Elvis Costello. A mi padre le gustaba Costello. Y fue estupendo, fue estupendo conducir por la autovía hasta el mar de junio.

Mi padre era del norte y el fin de siglo le dejó su marca. Vendía libros de texto para una editorial religiosa y nunca habló bien de ningún jefe de ventas, no.

Con el tiempo, me acostumbré a los bares elegantes en hoteles distinguidos donde podía beber codo con codo con los herederos de aquellos jefes de ventas.

Lo mejor de lo mejor.

Donde nunca volví a ser un niño, con mi difunto padre jugando con las monedas en los bolsillos del pantalón, el día de su cumpleaños mientras escuchaba antiguos discos de Costello.

La ciudad donde vivo es caprichosa: te deja elegir quién quieres ser, cuando estás solo.

Tomás Cano Laveda


 

Teoría general de la relatividad

¿Si todos los cuerpos se atraen

cómo es posible

que el Universo se expanda?

¿Y la fuerza oscura de Einstein?

¿La destrucción? ¿La muerte?

¿La desintegración?

¿Nos expandimos?

¿Y todo lo abrazamos

por fin?

La Teoría de la Relatividad

y el telescopio de Hubble

algún día acumularán

sus mínimums de datos que confirman

que la muerte

y todo este esperpento de procesos químicos

solamente nos hacen

omnipresentes,

materia oscura.

Noventa y tanto % del infinito.

Pero, Dios,

sin el menor recuerdo de que

un día,

en invierno, o a finales de julio

fuimos por alguien

febrilmente

amados.

Zhivka Baltadzieva


 

Ágora

A Cristian Alcaraz, dulce y confeso

El ágora se llena de himationes

que visten los muchachos atenienses.

Exactamente iguales, repetidos,

bullicio y pulcritud sincronizados.

Pero se hace el silencio.

Todos lo miran. Vuelve aquel muchacho,

hermoso, joven, limpio, de alma limpia,

tras una temporada de turismo.

Se acerca al orador, le pide clases,

pero tanta verdad tienen sus ojos,

que dicen demasiado.

No habrá clases allí, tendrá que irse,

porque el joven turista

ya sabe mucho más que el profesor.

Se miran con deseo,

él se excusa, se marcha,

y el muchacho es la luz que dora el mármol.

Sonríe con dulzura a quien pasea,

mientras piensa

que no se está tan mal entre la gente.

Diego Román Martínez


 

Artemisa

Despuntar las nieblas con muslos de corza

Con trote de loba avivar las cumbres

Y correr. Correr hasta estallar la luz

Descabalgar las brañas, bajar al lago

que tirita al abrazo de mi cuerpo

ardiente. El gemir de sus aguas

labio sobre mi piel gozosa.

Chilla el viento, abre las ramas y

tu espionaje descubre, Acteón

No voy a maldecirte

Los perros de tu soberbia y de tu miedo

hombre mortal

desgarrarán tu cuerpo. Tan hermoso

Alma Pagès

(de Poemas que olvidé escribir de joven)


Berlín, octubre, 2011

Al amanecer,

las campanas repican en las torres.

Ventanas como cicatrices,

cuchillos hambrientos

en la piel del cemento.

Suena una música de órgano

y llueve sobre una madre de bronce

que abraza

a su hijo

muerto.

¿Cómo será el paisaje

cuando la nieve generosa

cubra tus tejados?

Hay un tiempo detenido

con cuerpos exhaustos

temblando de frío,

libros ardiendo

una noche infame de mayo

de mil novecientos

treinta y tres,

cristales rotos en noviembre

y sinagogas destruidas

en el treinta y ocho.

Hay un espacio que no concluye

de lamentos y memoria

y voluntad de vida,

de territorios separados

por el odio,

de hombres y mujeres,

de niños que huyen

y mueren.

Sobre la ruina

construyeron las campanas,

el vuelo de los pájaros,

los árboles que en otoño

amarillean y crecen

en los parques del pueblo,

la nieve que en invierno

me eleva y

me prolonga.

Hay voluntad

de olvido y de recuerdo.

Hay risas sofocando

el bronco silbido

de la metralla.

Repican campanas

en las torres de Berlín.

Está cayendo la nieve.

Javier Díaz Gil

26 de octubre de 2011


 

Estherneciéndome

Qué fáciles parecen los paseos a tu lado,
como si fuera fácil pasear por este mundo
donde poco falta ya para ponerle un corsé al viento,
donde ya huelen los ríos al caballo muerto del vidrio.

Qué fáciles parecen los paseos a tu lado,
como si fuera fácil aguantar los pasos,
los huecos sonidos que se quedan en las piernas
y que después tiemblan en la memoria del silencio
como un cordero en la mente.

Pero estoy feliz porque sucede,
se vuelve fácil pasear contigo.
Y el amor es brillante así
como una mano de nieve en la pradera.
He vivido la pasión:
Una uva caída de un pájaro
que no ha parado de rodar
durante algunos meses por tu cuerpo.
Pero no me interesa
la pasión,
su uva.
Esther es un delfín nadando dentro de esa uva; y a su vez es un pez
nadando en el ombligo de ese delfín; y a su vez es la yedra que trepa
por las espinas de ese pez; y a su vez corta la yedra para dejar pasar una
nube; y a su vez ata esa nube a una oveja esquilada para que la oveja
vuelva a ser oveja. Y a su vez lanza a esa oveja al cielo para que la oveja
sea después y otra vez
una nube.
Esther huele a metáfora, a país lejano.
Esther es tan tranquila que deja a los sauces
con una diadema puesta.
Esther al mirar deja a todos los árboles
rubios de relojes.
Esther se esthernece viendo a un gato
entre las flores del vinagre de los vertederos.
Esther se esthernece buceando
como una maraca en flor.

Ella es todo esto y más, pero nada de esto me interesa.
Ni siquiera el amor,
¿Qué se ama cuando se ama?
¿Qué se siente cuando se siente?
¿Qué se pierde cuando se pierde?

Yo estoy loco
porque un loco me lo ha dicho.
Dicen que me peino con petardos.
Que me excito tanto ante la vida
como correr sin cansarse
por los canales de Venecia
con una campana entre las manos.
Pero en el fondo de mi cuerpo
hay una gota de rocío
atravesada por un alfiler.
Porque sé que
el calzado del amor
es una bóveda de agua.

Así que yo sólo quiero que me des la mano
y contigo pasear,
en la voz más profunda de tus pasos,
en los pasos más profundos de tu boca.
Por aquellos caminos donde las sombras de los árboles
se mueven como muros de hormigas,
y donde charlamos sin más sustancia
que los cuatro lados del viento.
Por aquellos caminos donde a veces
te miro sin que te des cuenta,
y como un pinchazo en la rueda del tiempo
toco de sorpresa la espalda del amor,
como el abrir primero
de los ojos de un recién nacido
que después
vuelve a dormirse.

Raúl Campoy Guillén


 

Surgía feliz

…ser de la negra noche nos lo enseña.

Góngora

Surgía feliz tras los escombros una espiga tan clara, en la vena tan sangre, salvaje en la noche de espaldas sobre el macizo del cuerpo y su curva tan clara, en la arteria tan muerte, un alga luminosa prensil y eléctrica.

Quisiéramos ir al fondo de la boca, apenas unos pies desnudos en el bastidor de la noche. Tan cansados. Caminantes sin ruido hacia las estrellas húmedas.

No es oscuro este cristal que nos adormece. Las esquirlas dulces desmiembran tus alas y entonces el abrazo solo es un ensayo y un proyecto de caricia.

Ven ahora y deja que la herida descienda desde su hueco de escarcha y tengámonos como extraños; el impar sin alma que busca su número y no se cansa de martirizar la aurora.

Juan Francisco Gallego Alonso


 

Del Pecado

Previne al confesor

del fresco nardo

que aroma

a tus rodillas

en travesía

al más dulce

de los infiernos;

y sumiso, justo, me absorbió.

(Único poema recordado del poemario, inédito y concluso, que ardió entre las crueles llamas de un voraz incendio en la Cala de Mijas (Málaga) el 22 de mayo del 2010.)

Lo Perdido

Lúcido fuese apátrida bailarín

entre marinos escenarios y boas

de olvido; gozase los colores

en la agridulce frontera

ciegos –ya– por la tibia

losa del invierno; revoloteo

así entre pájaros, descifro

sólo aquello lejano, perdido.

(Del libro, inédito, Agridulce)

Fernando García Román


 

La línea de tus hombros

La línea de tus hombros

ha sido el horizonte de mi vida.

Tus manos han sido mi nido.

Tus labios mi sonrisa.

Tus piernas yo misma corriendo hacia ti.

Tus ojos mis luces y mis espejos

pero sobre todo tus hombros

han estado siempre dibujados en mi alma

con precisión, tirando de mí con hilos invisibles

desde aquel día en que me acompañaste a casa

por primera vez y, después de despedirnos

y subir a mi habitación, me asomé a la ventana

y vi cómo te alejabas: despacio,

con pena, con preocupación. Sobre tus hombros

pesaba un mundo que yo quería

ayudarte a soportar.

 

 

Nunca hemos estado más cerca del cielo

Nunca hemos estado más cerca del cielo

que aquel atardecer en los Alpes

cuando perseguíamos las palabras

de sus lenguas antiguas y, al anochecer,

paseábamos por la carretera alta

de la pequeña aldea de Muster.

Era una carretera que parecía

el cinturón que sujetase al mundo: ancha y combada

lo separaba de las estrellas

y de las lunas remotas, impedía

a sus tierras y agua derramarse, les imponía los límites

sobre los cuales tú y yo caminábamos entre el aire aguzado

que embriagaba la piel y el inmortal

olor de la noche que caía sobre los campos

con su mezcla de primavera y otoño.

Tocando apenas la tierra con pies ligeros,

coronadas las frentes de rosas celestes,

íbamos los dos juntos sobre el mundo.

Pilar Gómez Bedate

(Del libro inédito Amor de lejos)


 

 

Persistencias

Persistencia en desvelos,

peregrinaciones por un aire que arremolina historias

sin leyenda emprendo, nadas

por el rumor del platanal de polvo

fatigado de junio.

Oscilo en la penumbra

entre temblores donde se desvanece

el ocre tornadizo en las hojas de estrella.

Y cuando muda la penumbra

que transita ese azar, rolo

con ella, mudo

como quien se sorprende en una mutación

desprevenido.

Mediterránea

Desde lejos, atento

siempre a destiempo, el contemplante

del oleaje que conmueve y atruena

o levanta el recital de la tarde

sobre el muelle de piedra mira

las sombras que se asoman

o transitan breves.

Rafael Morales Barba


 

Aladas sombras

Aladas sombras rotas

caminan por el río infinitamente largo.

Latigazos de luz.

Este Sol parece un agujero

de circular fuego, abierto

en la joroba azul del cielo.

¡Quién sabe dónde está

el viejo búho de ojos amarillos

que anoche vi posado

sobre la recia rama de una encina!

El aire con sus ojos transparentes

me contempla y de todos los colores

son los trajes de plumas de los pájaros.

Me acompañan los cantos de las aves,

la música fluvial y las esféricas palabras

del poema que ahora escribo,

mas también este lento silencio

que me invade con su paz.

Un niño pone su  barco de papel

sobre el agua del río que corre rumorosa,

tranquila, limpia y blanda.

Naturaleza mía,

yo te gozo con el alma.

El río me seduce como un rayo de agua,

como un espejo líquido

y un volador aroma emanan, que respiro,

los árboles desnudos de este bosque.

Antonio García Jiménez


 

Llevar los ojos limpios y el secreto

del fuego mientras los vencejos zarcean

al cielo de la tarde con su cristal

intacto. De repente, estás viendo.

Al amainar, el cierzo aclara el aire y da

lejanías. No te aproximes más. Qué raro,

de repente estás viendo, te parece. Ves

el peso tanto alzarse de la tierra

como palabra al viento, con su calma

de atardecida. Se ha cargado de luz

el horizonte. Ves alzarse el peso

del gusano en la carne, desde que el mundo

es mundo, y cómo pugna la palabra,

en vilo, por quedarse en el tiempo,

con el tiempo, aún. Qué falsedad, en cambio.

Que inútil la metáfora y su efectismo

huero, cómo traer a las demasiadas

palabras, para que se pudra el gusano

también, este poquito de silencio.

Fermín Herrero

 

 

 

 
You are here: Home PUBLICACIONES REVISTA EL ALAMBIQUE Número 6 - nov 2012/abril 2013 Selección de poemas